Frente a una desgracia o una catástrofe, no tenemos nada más que la música y la poesía. Así somos de pobres» es una de las hermosas expresiones que nos regala el prestigioso poeta Joan Margarit, ganador del premio Cervantes que representa el máximo galardón de la lengua castellana.
Esta locución sirve para iluminar estos momentos tan oscuros que vive la sociedad en donde, como en ningún otro momento adquiere lugar la práctica del mandamiento del amor. Esta es una extraordinaria estación para los que «Hacen del verbo ayudar su bandera y luchan porque nadie muera en soledad… Por los que con manos nos recuerdan que encontrar otras manos es la única verdad…»
Y justamente en este tiempo recordamos que un Trece de Octubre de Mil Ochocientos Ochenta y Cinco inició su peregrinaje terrenal MEDARDA PIÑERO, la santa mujer, que nació en Caricuena.
Y… Tenía que ser en Caricuena, la hermosa aldea de La Grita, donde vio las primeras luces MEDARDA, pues sólo en esa aldea brota liviana la fronda, hay miel en ricos panales y todo se viste con el multicolor colorido de cándidas mariposas.
En aquel hogar formado por Maximiliano Guerrero su padre junto a Juana García su madre, a la hija recién nacida deciden bautizarla con el nombre de MARIA GERALDA GUERRERO.
Era una familia con grandes limitaciones materiales pero con una gran riqueza en fe, en esperanza y en amor. Hoy como nunca bien vale testimonio agradecido a la generosa existencia de MEDARDA, la santa cristiana de La Grita.
En estos tiempos inciertos, en estos días de crisis resulta momento oportuno acercarnos a la vida de MEDARDA para recibir sus sabias lecciones. Mientras peregrinaba por la tierra, ella enseñaba y hoy nos recuerda que todos somos frágiles. En general la sociedad egoísta ha inculcado la cultura egocéntrica y ambiciosa que invita a hacer planes para el futuro en la convicción de que tenemos el control de nuestras vidas. Hoy esta misma sociedad se tambalea porque basta un pequeño virus, un microorganismo que no podemos ni ver, para alterar completamente nuestras rutinas y destruir nuestros planes.
Frente a los pesimistas carentes de esperanza, MEDARDA afirmaba: «No importa si los problemas son pequeños o grandes o si las consecuencias parecen imposibles de soportar, nuestro Dios es la única fuente de verdadera seguridad y podemos confiar en El. Dios cuida de nosotros». La santa del amor utilizaba la misma convicción del Salmista quien asegura que: «Mi socorro me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. El no deja que mi pie dé un paso en falso, no duerme. El Señor es mi guardián…» (Salmo 124).
Los discípulos del crucificado sufrimos como todos los demás, pero lo podemos hacer con la paz que Dios nos da al saber que nuestro él está al pendiente de nosotros. Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de amor y dominio propio que nos permite actuar con seguridad a pesar de los obstáculos como lo hacía MEDARDA.
Asegura el Profeta Isaías que «Podemos enfrentar todas las circunstancias confiados y en completa paz» (Isaías 26, 3). Esta maravillosa promesa que impulsaba la acción de MEDARDA fue dada en el periodo más oscuro de la historia de Israel, de manera que bien puede ayudarnos especialmente en la actualidad cuando estamos rodeados de tanta tristeza y depresión y cuando nos encontramos constantemente amenazados por grandes enemigos como son la duda, el temor y la preocupación.
Acompañamos este recuerdo agradecido a esta santa del amor con la imagen de MEDARDA y el Padre Oswaldo García, cariñosamente conocido como «El Padre Capocho» quien con más de Noventa y Tres años sigue entregando su vida al servicio de los más humildes. Recientemente afirmó: «Dios no necesita nada de nosotros, pero nos ama como hijos y por eso no quiere que vivamos en la ignorancia, en la pobreza, en el hambre y la miseria, quiere que vivamos en un mundo donde reine la civilización del amor, en paz, donde tengamos lo mínimo necesario para vivir de manera decente, donde los niños no se nos mueran de hambre, donde los enfermos tengan lo necesario para que por medio de la ciencia médica y la bendición de Dios no mueran antes del tiempo que Dios les tenía previsto. Eso es lo quiere el Señor».
Cada vez que una persona generosa le entregaba una colaboración para atender a un pobre, MEDARDA PIÑERO, le decía: «Dios le pague mijitico». Hoy todos los venezolanos le decimos a MEDARDA: «Dios le pague mijitica, por todo el amor que le regaló a los humildes». Definitivamente MEDARDA es «La Santa del Amor».
Felipe Guerrero