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LAS MISAS DE AGUINALDO

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Es común hablar de “aguinaldos” en los días preparatorios y durante la celebración de la fiesta de Navidad. La palabra “aguinaldo” significa un “regalo u ofrenda” que se da con ocasión a la fiesta del nacimiento del Señor. Tiene una compleja significación: el regalo que compartimos entre nosotros; el regalo que le ofrecemos a Dios (especialmente con la entrega de nuestras vidas, ya que somos, como dice Pablo “ofrendas vivas” desde nuestro bautismo. Cf. Rom 12,1-2); y la ofrenda de Dios al entregarnos a su Hijo, quien se hizo hombre para darnos la salvación y elevarnos a la condición de “hijos de Dios” (cf. Jn 1,12). Aguinaldo también es un vocablo que identifica a los cantos religiosos que hacen mención a la Navidad y su preparación.

Desde siglos atrás, la Iglesia ha celebrado el Adviento como el tiempo litúrgico dedicado a preparar la festividad fundante de la Navidad. Dentro del adviento podemos encontrar dos momentos importantes. Las tres primeras semanas están más dedicadas (según el contexto bíblico-litúrgico) a rememorar la esperanza del pueblo de Israel que aguardaba la llegada del Salvador prometido. El segundo momento, sin dejar de hacer mención a esa esperanza, se centran más bien en la proximidad de la llegada del Salvador: entonces se hace referencia a María, a José, a su caminar hacia Belén, etc.

De aquí surgen las denominadas “Misas de aguinaldo”. Su origen es muy lejano en el tiempo y constituye una tradición litúrgica interesante que debemos retomar en su más pleno sentido: el de la preparación inmediata al evento maravilloso del nacimiento del Niño Dios. Son los tiempos de los ritos visigóticos donde encontramos el inicio de esta tradición. A la vez, tuvo que ver con la conversión del pueblo visigodo de la herejía del arrianismo la cual negaba la maternidad divina de María. Como resultaba difícil conmemorar este misterio durante la cuaresma, se fue tomando la decisión de celebrarla en torno a la fiesta de la navidad. Entonces, surge como una motivación para preparar adecuadamente también la fiesta del misterio del nacimiento de Jesús, Dios y hombre verdadero, hijo de María. Esta conmemoración abarcaba desde la segunda parte del adviento hasta los primeros días del año civil: así, el adviento se engarzaba de manera directa con la gran solemnidad de la Navidad. De esto hay buenas fuentes, que los estudiosos deberían profundizar y así brindarnos un buen aporte desde la teología, la historia y la liturgia de la Iglesia.

Dentro del desarrollo teológico-litúrgico de esta intencionalidad, en Sevilla, en sintonía con el Concilio de Toledo, para distinguir la fiesta de la Anunciación, comienza a celebrar la de la maternidad divina de María. Aparece así la devoción a la “expectación de María”. Surge, como ya se ha sugerido, en el marco del adviento en los días preparatorios y cercanos a la Navidad. Esto se fue imponiendo y así, en el Misal Sevillano y en la Regla del Coro de la Catedral Sevillana, se asume hacia el siglo XVI de manera “oficial” esta fiesta. De todos modos, aunque la consolidación de la misma encuentra en Sevilla una especial manifestación, en otros sitios de la Península hispánica (como Zaragoza, Andalucía y las Islas Canarias) se fue asumiendo esta manera de preparar la Navidad. Al inicio fue en forma de “octavario” y posteriormente devino en “novenario”.

La llegada de las misas de aguinaldos a América Latina fue a través de los miembros de la Iglesia, particularmente Obispos y Sacerdote, de la Península hispánica y de las Islas Canarias. De hecho, historiadores hablan de la influencia de la Iglesia hispánica en nuestras comunidades eclesiales nacientes: no sólo para la Navidad, sino también para la Cuaresma y las otras fiestas del Señor y de los santos. Aquella devoción a la “expectación de María” muy común en España no dejó de hacerse manifiesta en muchas de las nuevas comunidades. Desde Puerto Rico se comenzó a difundir la práctica de las “misas de aguinaldo”.

¿Por qué? No olvidemos que allí, en San Juan de Puerto Rico, se estableció uno de los Obispados de mayor influencia en muchas de las Iglesias nacientes del continente americano, sobre todo de la cuenca caribeña. Desde allí mismo se hizo presente en varios lugares, particularmente Venezuela. No se debe dejar a un lado un hecho histórico: el Misal Sevillano fue el primer libro litúrgico que fue conocido en Borinquen, la Isla de Puerto Rico. Hay noticias de que ya en 1512 se celebraba con él. Desde esa sede metropolitana, se fue extendiendo a las comunidades que dependía de la sede de San Juan.

Dicho Misal incluía la celebración de la fiesta de Nuestra Señora de la Esperanza hacia el 17 de diciembre, vinculada con el misterio de la “expectación” de María. Tanto el Misal como el Breviario empleado por los clérigos de la época, son de origen sevillano. También en México, por la influencia española, se fueron desarrollando las “misas de aguinaldo”. Los Agustinos y miembros de otras congregaciones aportaron lo suyo para fortalecer este tipo de celebración. Actualmente, sin dejar de celebrarse la “novena” de preparación a la Navidad con otras manifestaciones, las Misas de aguinaldos perduran en Puerto Rico, Venezuela, algunas regiones colombianas y del Caribe.

Las “Misas de aguinaldo” se suelen celebrar en horas de la madrugada. ¿Por qué? Hay dos razones muy particulares, vinculadas ambas en la intencionalidad pastoral de la misma Iglesia. Una, de carácter funcional (preferimos llamarla así y no “práctica” para no reducir su importancia; lo funcional siempre tiene una vinculación a una razón de ser). Dicha razón funcional tiene su explicación en un precepto litúrgico de la época. El así denominado “ayuno eucarístico” existente implicaba que luego de la medianoche y hasta el momento de la comunión no se podía ingerir alimento alguno. De allí que a lo largo del año, las celebraciones eucarísticas solían ser “tempraneras”. Esto hizo que en tiempos fuertes se organizaran durante las tardes actividades paralitúrgicas, como las procesiones y vigilias… En la preparación a la Navidad, estas Misas de Aguinaldo se celebraban en horas de la madrugada para que quienes trabajaban en el campo o en lugares alejadas de las poblaciones pudieran participar en ellas. Así se tenía una suficiente y numerosa afluencia de personas. Al terminar, quienes permanecían en las poblaciones compartían algunos alimentos a manera de ágape.

La segunda razón es de carácter teológico-litúrgica. Proviene de los tiempos de invención de esta tradición. Hay dos ideas que pueden ayudarnos a entenderla: se acercaba el día de la llegada del Mesías, la Navidad. La madrugada simbolizaba teológicamente ese momento de cercanía. Estaba por llegar y comenzaba a sentirse los primeros rayos del alba o de la luz del día. La madrugada era tomada como el símbolo, entonces, de la inmediata cercanía del nacimiento del Niño Dios. Y, junto a esa, la otra idea nos habla del sentido de preparación que implicaba lo que se celebraba. La invitación a estar preparados, como quien se prepara para la llegada del sol, del nuevo día. No olvidemos que esta imagen fue altamente desarrollada por la Liturgia de la Navidad. Madrugamos para celebrar la Misa con la actitud de quien aguarda o espera la casi inmediata llegada de Cristo, siguiendo la invitación de la parábola de las vírgenes prudentes (cf. Mt 25,1-13)

Se denominan de “Aguinaldos” por los cantos religiosos (villancicos) que se entonan. Ya hablaremos de ellos. Pero dichos cantos, entonados muchas veces con ritmos propios de la cultura venezolana (hay una inmensa riqueza en este sentido) vienen a significar el regalo que la gente le da al Niño Dios. Ellos son un también un regalo: el de la alegría de la fe en el Dios humanado. Asimismo se reconoce el inmenso don o regalo proveniente de Dios. Los Aguinaldos que se deberían cantar (como se hacía años atrás) en estos días de la novena han de manifestar que se va en camino a Belén, que la Virgen ocupa un puesto importante, que ya está cerca la llegada del Salvador…

En Venezuela, por otra parte, existe un privilegio otorgado por la Santa Sede: se podía celebrar cada día, en las “Misas de Aguinaldo” con el formulario de las llamadas “Misa de Sancta Maria in Sabbato” (Misa votiva de Santa María para los días sábados) y se podía usar ornamentos blancos. Hoy permanece el mismo privilegio, aunque se suele celebrar siguiendo el formulario del actual Misal Romano.

Sería interesante que la Conferencia Episcopal Venezolana, con la asesoría de estudiosos teólogos y liturgos, y también especialistas en el campo de la religiosidad popular, pudieran solicitar de la Santa Sede la aprobación para un formulario propio de las Misas de Aguinaldos para Venezuela. Además de ser una tradición que hay que fortalecer (no se olvide que hay grupos que pretenden reducir este tipo de celebraciones al ámbito de lo meramente cultural), se puede  pensar en una tarea siempre pendiente: la inculturación de la liturgia, sugerida y promovida por el Concilio Vaticano II. Es una tarea, un desafío, un anhelo…

 

+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.

 

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