A fines del 2020 el Papa Francisco publicó la hermosa Carta Apostólica “Patris Corde”, dedicada a exaltar la vida y enseñanzas del gran San José, padre adoptivo de Nuestro Señor Jesucristo. Y ha invitado a toda la Iglesia a dedicar este año a estudiar e imitar a ese gran santo.
San José merece que le dediquemos un tiempo especial a conocerlo mejor y a seguir su ejemplo. El mismo Dios lo escogió y preparó para ser un hombre “justo” (Mt 1, 19), es decir, recto, virtuoso, santo, bondadoso y religioso. Y para que fuera el padre adoptivo de su Hijo encarnado. Fue un israelita observante, que vivió a fondo y en concreto las enseñanzas del primer mandamiento de la Ley: “amar a Dios sobre todas las cosas” (Cfr. Mt 22,36-38). Con las consecuencias que tiene el estar unido a Él, y obedecerlo y seguirlo, para ir así por el camino de la felicidad: “Felices los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11, 28).
Dios lo llamó a acompañar y proteger a la Santísima Virgen María, madre amorosa del Mesías, Jesús, y a acoger paternalmente a su Divino Hijo encarnado. El Padre celestial convirtió así a San José en el legal y amoroso padre adoptivo de Jesús. Y, fiel a su misión, José brindó apoyo, protección y defensa a su hijo desde antes de su nacimiento. Aunque modestamente, él lo abrigó y le brindó un techo en Belén y Nazaret; obedeciendo la voluntad de Dios lo protegió, salvándolo de la matanza de Herodes y llevándolo a Egipto sorteando mil dificultades y sobrellevando la dureza de un exilio en tierra extraña. Y luego lo trasladó de nuevo a Nazareth, donde lo educó en las virtudes y amor a Dios y en el conocimiento de las Sagradas Escrituras del cual Jesucristo hacía gala. ¡Sin duda alguna él fue un hombre ejemplar, religioso y recio, piadoso y responsable padre de familia, valiente y amoroso!
Por eso, José de Nazareth es importantísimo para la Iglesia. Su vida estuvo centrada en Jesús, en comunión con Dios y en estrecha unión con su santa esposa María, la madre del Salvador. Por eso vale la pena que, en esta época de pandemia y de tantas dificultades, de materialismo y secularismo, de dudas y angustias, lo conozcamos más, lo amemos e imitemos.
Su relevancia en medio de tantos problemas
San José fue un humilde obrero, sujeto a las cambiantes circunstancias de los humildes trabajadores; vivía al día, dependiendo del trabajo de sus manos; superó las penurias de la falta de hospedaje en Belén; con valentía protegió y salvó a Jesús de las mortales insidias de Herodes, y lo cuidó y alimentó en el penoso exilio en Egipto. Es decir, fue fuerte en la adversidad, confiado y con gran fe en Dios ante los gravísimos problemas que tuvo que afrontar. Sin duda alguna, inmersos nosotros en esta pandemia mortal y con tantos problemas económicos, políticos y sociales, San José nos enseña la grandeza y primacía de Dios, la belleza e importancia de la fe, la seguridad que nos da el obedecer la divina voluntad, la confianza en sus designios, la fortaleza necesaria para superar la adversidad.
¡Dios es lo primero!
San Mateo nos enseña que San José fue un hombre “justo” (Mt 1, 19), es decir, virtuoso, bueno, correcto, religioso. Realmente un “hombre de Dios”. Él nos indica el camino a la felicidad: seguir a Dios y tener nuestro corazón centrado en Él. En esta época tan materialista, e infectada por la corriente del secularismo ateo y antirreligioso que quiere sacar a Dios de la vida social, de la familia, de la comunidad y de la historia, él nos enseña que Nuestro Señor es lo primero, y que debemos regir nuestra vida social, familiar y económica según su santa voluntad. Ese es el camino hacia la felicidad, como lo enseña nuestro salvador Jesucristo: “Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11,28).
El afecto y culto a San José, ha sido y es honor y patrimonio de la Iglesia Católica. Este Año consagrado a conocerlo y a imitarlo nos ayudará a crecer en la fe y en el amor a Dios a través de los siglos. Podemos y debemos aumentar nuestra devoción a él contemplando sus grandes virtudes, como lo enseña el Papa Francisco en su Carta Apostólica: amado por el pueblo de Dios; padre tierno, obediente a la voluntad de Dios; acogedor y protector; valiente, fuerte y creativo ante las dificultades para proteger a Jesús; trabajador y humilde, “en la sombra”.
Ante las adversidades que sufrimos por la plaga del Covid 19, y en medio de la gravísima situación política, económica y social de Venezuela, San José es modelo de fe y confianza en Dios; de valentía y fortaleza ante las adversidades. Es maestro de religiosidad, pues tuvo un corazón lleno de fe y de bondad, centrado en Jesús, fue fiel a su esposa virginal, y padre responsable. En fin, un ejemplo maravilloso especialmente para los trabajadores y para los padres de familia. Él no fue infiel, ni borracho, ni parrandero y jugador. Y tuvo fortaleza espiritual como la necesitamos todos hoy.
Conclusión
Lo repito: San José nos da hoy un gran mensaje: Seguir a Dios, “ser justos”, centrados en Jesucristo, es el camino hacia la felicidad. Y ser fuertes y decididos, cumpliendo siempre la voluntad divina como lo hizo el gran Patriarca. Celebremos con alegría y afecto su fiesta este próximo 19 de marzo.
Ante tantos problemas y con un horizonte incierto, San José, Patrono de la Iglesia, de los trabajadores y de la buena muerte, nos enseña que Dios es nuestro refugio, que Él es nuestro amoroso buen Pastor; que aunque vayamos por cañadas oscuras podemos ir sin temor, porque Él está con nosotros (Cfr. Sal 23,1-4).
Caracas, 7 de Marzo de 2021