El trasfondo del discurso del cardenal Pietro Parolin en el evento «Fratelli tutti, el multilateralismo y la paz» es la voluntad de promover el principio del bien común de la familia humana, que requiere para realizarlo un pensamiento y una acción más audaces y creativos. Esto corresponde al compromiso al que, según el cardenal, están llamados los participantes en el encuentro, directores generales y altos funcionarios de la ONU en Ginebra, y varios embajadores, y es el objetivo de la acción diplomática multilateral de la Santa Sede, a la que Fratelli tutti ofrece una contribución esencial. Para aclarar el concepto de fraternidad, contenido en la Encíclica, el Secretario de Estado vuelve al inicio del pontificado del Papa Francisco cuando, apenas fue elegido, dijo: «Recemos siempre por nosotros: los unos por los otros». Recemos por todo el mundo, para que haya una gran fraternidad». Francisco indicó así un «criterio programático» decisivo, dice el cardenal, para superar la dicotomía, particularmente actual en este tiempo de pandemia, entre «el código de la eficiencia» y el «código de la solidaridad».
De hecho, la fraternidad nos impulsa a un «código» aún más exigente e inclusivo: «Mientras que la solidaridad es el principio de planificación social que permite que los desiguales se conviertan en iguales, la fraternidad es lo que permite que los iguales sean personas diferentes. (…) En la acción multilateral, la fraternidad se traduce en la valentía y en la generosidad de establecer libremente ciertos objetivos comunes y asegurar el cumplimiento mundial de ciertas normas esenciales».
El destino universal de los bienes
El cardenal Parolin enumera los temas prioritarios de la Santa Sede en la declinación del principio de fraternidad: acceso a la salud, refugiados, trabajo, derecho internacional humanitario y desarme. Sobre el tema de la salud, el cardenal observa que la humanidad experimentó un sentimiento inicial de «vínculo indisoluble» debido a la propagación de la pandemia, sintiéndose una única «comunidad mundial que navega en el mismo barco», pero que hoy este sentimiento ha dado paso a la «carrera por las vacunas y los tratamientos a nivel nacional». Es evidente la diferencia de posibilidades de tratamiento entre los países desarrollados y los más atrasados.
La Santa Sede, ante un problema sistémico, como son las barreras para el acceso a la sanidad, agravadas por la actual emergencia, ha ofrecido una serie de directrices para abordar esta cuestión, inspiradas en la convicción de la importancia de la fraternidad. En todo momento, debemos centrarnos en el principio subyacente del servicio al bien común. Este enfoque está bien ejemplificado por San Juan Pablo II y por su insistencia en la «hipoteca social», que insiste en el principio del destino universal de los bienes.
Los llamados a la globalización de la solidaridad: los refugiados
El Secretario de Estado vaticano recuerda que los llamamientos a la comunidad internacional «para una nueva globalización de la solidaridad» son constantes por parte del Papa y son retomados también en Fratelli tutti y observa que, 70 años después de la creación del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el número y el sufrimiento de los refugiados, desplazados y migrantes siguen representando «una herida en el tejido social» del mundo. Y continúa:
Esto implica profundas cuestiones humanitarias y sociales. En este sentido, la Santa Sede acoge la visión del fondo del Global Compact sobre los refugiados, que pretende reforzar la cooperación internacional a través de un repartición más equitativa y previsible de la responsabilidad, recordando al mismo tiempo que la solución duradera ideal y más completa es garantizar los derechos de todos a vivir y prosperar con dignidad, paz y seguridad en sus países de origen.
Es necesario un diálogo social más inclusivo
Una consecuencia de las medidas de contención de la pandemia, sobre la que se detiene el cardenal Parolin, es la crisis del mundo del trabajo, con un impacto negativo en los ingresos de los trabajadores, especialmente de los más vulnerables. En este contexto, subraya, es necesario iniciar un diálogo social más amplio e inclusivo con respecto a su forma tradicional.
La participación de las organizaciones de trabajadores y empresarios es crucial, pero debe complementarse con actores que representen la economía informal y las preocupaciones medioambientales. Como recuerda la Fratelli tutti, «tenemos que pensar en la participación social, política y económica de manera que incluya a los movimientos populares y anime las estructuras de gobierno locales, nacionales e internacionales con ese torrente de energía moral que surge de la participación de los excluidos en la construcción del destino común».
Promover el respeto del derecho humanitario
Y hay otro frente, según Parolin, sobre el que hay que trabajar, y es el derecho humanitario. A este respecto, recuerda que Henry Dunant, fundador de la Cruz Roja, había adoptado el grito «Todos hermanos» para incitar a la ayuda a los heridos, independientemente de que pertenecieran a una u otra parte en el conflicto. Ese fue el punto de partida de su organización y el cardenal afirma que hoy en día hay que reforzar la promoción y el respeto del derecho humanitario, cuyo objetivo es proteger a la población civil en un contexto de guerra y desterrar las armas «que infligen un sufrimiento tan atroz como inútil». Cita los Convenios de Ginebra de 1949 que reconocen implícitamente la fraternidad universal y continua:
La Santa Sede, asimismo, consciente de las omisiones y vacilaciones, espera que los Estados sean capaces de llegar a nuevos desarrollos del derecho internacional humanitario para tener en cuenta adecuadamente las características de los conflictos armados contemporáneos y los sufrimientos físicos, morales y espirituales que los acompañan, con el objetivo de eliminar los conflictos por completo.
Las armas no garantizan la paz
La aspiración a la paz y la seguridad, afirma además el cardenal, no puede «satisfacerse sólo con medios militares y menos con la posesión de armas nucleares y otras armas de destrucción masiva». Además, los conflictos siempre causan sufrimiento, en todas las partes:
En este sentido, la Santa Sede alienta con convicción el compromiso de los Estados en el ámbito del desarme y del control de los armamentos para lograr acuerdos duraderos en el camino hacia la paz y, de manera especial, en el frente del desarme nuclear. Si la afirmación de que todos somos hermanos es válida, ¿cómo puede la disuasión nuclear ser la base de una ética de la fraternidad y la convivencia pacífica entre los pueblos?
La responsabilidad individual y la capacidad de sentirse hermanos
Al concluir, el cardenal Parolin observó que para invertir la marcha y lograr realmente una acción adecuada respecto a los procesos en curso en la comunidad internacional, no basta con una proclamación de compromiso, sino que es necesario preparar un proyecto eficaz capaz de responder a la post-pandemia. Parolin subrayó que «el elemento adicional es la responsabilidad individual y la capacidad de sentirnos hermanos, es decir, de hacer propias las necesidades de los demás a través de una reciprocidad de relaciones que va más allá del aislamiento e implica a los Estados, a los individuos y a los organismos internacionales». Es el camino de la fraternidad para el que el Secretario de Estado espera que el acto de hoy sea también un paso adelante.