Cada año, desde hace muchas lunas, por estos días iniciales de Diciembre siendo muy niños, desde mi aldea de La Grita, salíamos en busca de musgos que semejen prados, de ramas que parezcan bosques, de piedras que se antojen montañas, como los principales elementos para dar paisaje y vida al «Pesebre» o al «Nacimiento».
Al final regresábamos con unas plantas secas que en lo diminuto pueden bien pasar por árboles.
Y… Así desde entonces, con la llegada del mes de Diciembre, en nuestro humilde hogar a través del pesebre contemplábamos la esencia del amor representada por José el artesano de Nazareth, por María la joven madre de Dios y por el Salvador, en un establo acompañados por el calor de unos animales y varios pastores. El pesebre ayuda a trasportarse o imaginarse lo que fue para María y José la jornada a Belén y al mismo tiempo imaginarse donde nació Jesús.
Año a año la Navidad nos impacta con el nacimiento de un niño pobre. En torno a Él, celebramos el misterio de la salvación escondido en la sencillez del pesebre y nos recuerda cuántos niños vienen al mundo en condiciones semejantes a la de Jesús en Belén. La Navidad encierra un misterio profundo y único que, muchas veces entre tantos afanes, pasamos por alto: Dios mismo se hace pobre en Jesús e irrumpe en la historia desde este lugar pequeño y sencillo.
El nacimiento de Jesús tiene sentido porque Dios ama a los pobres, repudia la pobreza injusta y se honra de los que, como su Hijo, se empobrecen para enriquecer a los más necesitados. La invitación es a compartir con los que no tienen y a celebrar con sentido, pero también a descubrir la razón de este actuar en la forma de ser de Dios para ir haciendo de la Navidad nuestra forma de ser.
Desde hace Veinticinco años, o sea desde hace un Cuarto de Siglo, junto al «Nacimiento» que nos enseñó a elaborar Francisco de Asís, aparecieron en esta tierra otros Profetas similares a Juan el Bautista y comenzaron a predicar a orillas del Rio Torbes. Junto al Padre José Laureano Ballesteros y Doña Chepa de Ravelo ese grupo de videntes vinieron a catequizar y recomendar que en cada Navidad hiciésemos un «Pesebre» para celebrar el nacimiento de un niño pobre entre los pobres.
Así nació el «BANQUETE DEL PAN Y EL VINO» en donde desde hace un Cuarto de Siglo, la «FUNDACIÓN AYUDANDO A VIVIR» celebra el misterio de la salvación escondido en la sencillez del pesebre y nos recuerda cuántos niños y cuantos ancianos viven en nuestro medio en condiciones semejantes a la de Jesús en Belén.
En el «BANQUETE DEL PAN Y EL VINO» vamos a descubrir el verdadero sentido de la Navidad, en donde se encierra un misterio profundo y único que, muchas veces entre tantos afanes, pasamos por alto: Dios mismo se hace pobre en Jesús e irrumpe en la historia desde este lugar pequeño y sencillo.
El nacimiento de Jesús tiene sentido porque Dios ama a los pobres, repudia la pobreza injusta y se honra de los que, como su Hijo, se empobrecen para enriquecer a los más necesitados. La invitación es a compartir este Domingo Cinco de Diciembre a partir de las Tres de la Tarde en el «BANQUETE DEL PAN Y EL VINO» para disfrutar del «MUSICAL DE NAVIDAD» y contribuir con los que nada tienen y así celebrar con sentido la Navidad, pero también a descubrir la razón del actuar de Dios para ir haciendo de la Navidad nuestra forma de ser.
Prudente recordar que el Salvador seleccionó la noche como el momento en que Dios quiso nacer; ante todo porque la noche es silencio, y en el silencio Dios se hace presente, nos habla, se hace presente en las vidas y en la historia de nuestro pueblo.
La noche encierra toda la mística de la calma, nos llama a mirarnos hacia adentro y encontrarnos a nosotros mismos y a reconocernos como hijos de Dios, hermanos de los más necesitados.
La noche de navidad es una oportunidad para acercarnos a quienes requieren de nuestro apoyo.
Vamos a compartir el «BANQUETE DEL PAN Y EL VINO»
Por: Felipe Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com