La Virgen María ha sido proclamada reina en la tierra y en el cielo, y esto lo recordamos cada vez que se reza: “Dios te salve, Reina y Madre, Madre de Misericordia, vida y dulzura y esperanza nuestra”.
El Concilio Vaticano II, a través de su documento Lumen Gentium, Número 59, fundamenta teológicamente la realeza de María, aunque desde el Concilio de Éfeso en el año 431, ya era común su representación pictórica como reina, a través de una corona.
Cada 22 de agosto, la Iglesia recuerda a María como reina, y esta fiesta fue instituida por el Papa Pío XII en 1954; en la Encíclica Ad Caeli Reginam, que trata sobre la realeza de la Virgen, se lee: “Cristo, el nuevo Adán, es nuestro Rey no solo por ser Hijo de Dios, sino también nuestro redentor… Así, según cierta analogía, puede igualmente afirmarse que la Beatísima Virgen es Reina, no solo por ser Madre de Dios, sino también por haber sido asociada cual nueva Eva al nuevo Adán.”
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¿Por qué la Iglesia Católica celebra a María como Reina?
En 2012, el ahora Papa Emérito Benedicto XVI dijo: “La aceptación de María de la voluntad divina es la razón última por la cual es Reina de los cielos. Debido a su aceptación humilde e incondicional de la voluntad de Dios, Dios la exaltó por sobre todas las criaturas y Cristo la coronó Reina del cielo y la tierra”, y el Papa Francisco ha rezado: “María, Reina de la paz, ayúdanos a erradicar el odio y a vivir en armonía”.
Cuando se reza la letanía lauretana del Rosario, se repite 13 veces la palabra Reina aplicada a la Virgen María, como Reina de los ángeles, los patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires, los confesores, las vírgenes, todos los santos, del Santísimo Rosario, de la familia y de la paz, al tiempo que también se le proclama: Reina concebida sin pecado original y Reina asunta a los cielos.
En torno a María, en la advocación de Guadalupe, la Virgen ha sido proclamada también como Emperatriz, dando aun mayor realce a su dignidad; San Pío X la definió como Reina de México y Emperatriz de América y de las Islas Filipinas, y el Papa León XIII, desde 1895 había decretado su coronación pontificia.
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Como este ejemplo de México, varias advocaciones marianas han sido coronadas tanto por los pontífices como por las conferencias episcopales de varios países, y esto ha sido de manera canónica, como en el caso de Fátima, en Portugal, o en el Monasterio de La Rábida, en la provincia de Huelva, en España, lo que confirma precisamente la realeza de la Virgen.
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