El presbítero Sandro Ortega, cumple 25 años de vida sacerdotal, cuya experiencia le ha permitido conocer fieles que a través de caminos diversos, han hecho del Señor y de la Iglesia el verdadero sentido de su vida, y “han sido para mí promotores de experiencias significativas de fe y amor a Dios donde están dispuestos a hacer con el Sacerdote parte del camino hacia la construcción del reino de Dios”.
Recordó Ortega que el llamado a ser miembro de la Iglesia fue por la gracia de Dios, pues contó con el don de una familia cristiana, unos padres con mucha sencillez fueron capaces de enseñarles el amor del Señor no con muchas palabras, sino con los hechos concretos en el ejercicio de la caridad y con una fe sencilla.
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“Desde niño sentía el deseo de ser sacerdote, luego varios seminaristas que iban de pastoral y otros del pueblo de Pregonero nos invitaban al Seminario y sembraron esa llama e inquietud, pero es ya luego al terminar el quinto año de bachillerato cuando el sacerdote Rafael Hernández me hizo la invitación de ir al Seminario al Cursillo de admisión y fui organizando todo para poder ir y es cuando decido junto a los compañeros Jairo Contreras y Raúl Mora”, apuntó.
Para él fue una experiencia muy bonita porque comenzó a manejar la Biblia, el Concilio Vaticano II, el Catecismo de la Iglesia católica y algunas otras cosas de cultura general.
Una vez ya en el Seminario cada día con la perseverancia era decir “sí a esa llamada en lo profundo de mi corazón y una de las maneras de ir respondiendo a ese llamado era dando sentido a mi proceso formativo mediante el estudio, la vivencia con docilidad al proceso formativo, la obediencia a los formadores, el amor por el estudio, la vida espiritual, el deporte, el cumplimiento cotidiano de las pequeñas responsabilidades asignadas, la fraternidad con los compañeros, el desarrollo de las pastorales en las comunidades y el amor por la Iglesia, el aprovechar el acompañamiento del seminario que va brindando a cada seminarista, todo ello va contribuyendo a discernir y dar una respuesta generosa a ese llamado maravilloso y misterioso de Dios”, expresó.
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Cada día que pasaba en el seminario, sentía crecer la alegría de acercarse al sacerdocio, pero no fue todo fácil, pues tenía que sobreponerse a muchas limitaciones, aun así fue adquiriendo mayor conciencia en el discernimiento vocacional respecto a la entrega de vida que debía ser cada día más total.
En las más de dos décadas de esta profesión, puede señalar como limitante la soledad o el aislamiento, las incomprensiones, el activismo religioso, el reducir los espacios para la oración personal y el encuentro con Dios, el cansancio o agotamiento físico.
“Encerrarnos en nuestros propios proyectos y además, encerrarnos en pequeños grupos de seguidores. Ante estas limitaciones he comprendido que como sacerdotes necesitamos abrir nuestra vida al acompañamiento de nuestro obispo, a los demás hermanos sacerdotes y a los fieles que procuran nuestro bien”, apuntó.
Maryerlin Villanueva