La primacía de Dios en la acción pastoral, es portadora de la gracia que se necesita para ejercerla. Esto nos ayudará a percibir las mediaciones humanas que prolongan la acción de Cristo que habita en la ciudad. Podemos pensar en las figuras simbólicas de las imágenes, los misterios de la propia vida humana y el testimonio de muchos cristianos. Para ello es necesario desarrollar la actitud contemplativa desde la atención y acogida personalizada, el acompañamiento espiritual, el diálogo sacramental y el fortalecimiento de la gracia.
Santos
La confidencialidad espiritual con nuestros amigos los santos, intercesores y modelos para nuestra historia, se ve expresada cuando se saca una imagen en procesión y muchos devotos ven en esa representación simbólica a su amigo del cielo, con quien tienen un diálogo visible. Podemos decir, que esto es un lenguaje simbólico para transmitir el Evangelio a todas las personas que viven en la ciudad.
Sin embargo, la pastoral urbana exige mejorar la mediación humana en la experiencia religiosa. En la zona rural la mediación se hace mediante el libro de la creación como huella del creador y en la cultura urbana mediante la obra del hombre, imagen viva de Dios.
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En nuestra Iglesia Local surgen devociones que vinculan a Dios dando cauce a afecciones personales de origen espiritual, como “Jesús misericordioso” que representa la compasión entrañable de Dios ante nuestro pecado y miserias, “Santa Rita” patrona de los casos imposibles y de las mujeres maltratadas por la violencia del hombre, entre otras más. Estas devociones populares expresan que los bienes buscados se dan en Dios de forma inminente y los santos lo expresan de un modo humano y simbólico.
Belleza
Otra vía es desarrollar las mediaciones estéticas para recorrer el camino de la belleza que es Dios, porque “todo signo auténtico de verdad, bien y belleza en la aventura humana viene de Dios y clama por Dios” (Aparecida 380).
Trazar caminos que ayuden a contemplar, escuchar, tocar y amar la belleza de Dios en el corazón de la ciudad y sus manifestaciones artísticas, como la música, la poesía, el teatro, la danza y otros elementos ayudan a acrecentar el diálogo entre fe y cultura.
Familia
Otra mediación es la familia, aunque ha sufrido en los últimos tiempos muchas mutaciones. Un efecto gigantesco y rápido en el cambio cultural es la ruptura tradicional de transmisión de la fe religiosa de padres a hijos. Aparecida habla en su capítulo segundo de la dificultad para transmitir la fe en la familia a las nuevas generaciones. La fe, afirma, no se transmite con la misma fluidez de antes. Un medio era la educación y la cultura, ahora esto se ve cada vez más secularizado. Hoy en día los medios de comunicación han invadido todos los espacios y conversaciones en lo íntimo de cada hogar.
Al lado de la sabiduría de las tradiciones se ubica la competencia e información de último minuto, el entretenimiento, las imágenes que dan éxito y las expectativas de prestigio y estima social que muchos buscan. Esto y otras cosas más, son signos de que las personas buscan una experiencia de sentido que llene las exigencias de su vocación, sin embargo, ese no es el lugar donde podrán encontrarla.
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La comunicación familiar y generacional de la fe está cuestionada por el influjo mediático que presenta un modelo individualista con fundamentos en el tener, poder y placer, que genera necesidades de consumo que llevan a expectativas insatisfechas, frustraciones, resentimientos y violencia. Esto se ve reflejado de manera especial en nuestro niños y jóvenes de la ciudad.
Por tanto, es necesario un esfuerzo de inculturación familiar y popular de la fe. Hay que fortalecer la familia cristiana como sujeto fundamental para comunicar la fe a las nuevas generaciones y cultivar un discernimiento crítico ante los mensajes culturales que van apareciendo, guiados por la pedagogía de la libertad, que les ayude a abrazar ideales desde su propia historia y subjetividad, sin olvidar la importancia de los vínculos, que nos hacen mejores personas y por lo tanto mejores cristianos.