Mientras el 85% del país se une en el rechazo al gobierno, la oposición se divide. Sustituye las acciones efectivas para seleccionar un candidato por declaraciones de buenos deseos. Desatiende la motivación que requiere la inscripción de nuevos votantes o dar respuestas conjuntas y vigorosas a las jugadas y provocaciones del gobierno.
El descontento se desborda. Se posesiona en sectores seguidores del chavismo sin que exista un mensaje que reconozca y valore una fisura que puede comunicar con las bases chavistas desde su propio campo y aumentar la comprensión sobre el papel que todos ellos pueden asumir en la reconstrucción democrática de la economía y las instituciones.
Al contrario, la intensificación de posiciones polarizadoras desde una parte importante de la oposición impide que el 23% del chavismo duro y el 72 % del chavismo blando puedan formar parte de los electores outsiders.
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Junto a este cambio específico en electores tradicionales del chavismo también se conforma, en el 59 % de los venezolanos, la disposición a comportarse como agentes reales de cambio al margen de las oposiciones. Una segunda señal relevante de la potencial irrupción de un electorado outsider.
Si el 94 % de los electores cree que es posible cambiar, hay que insistir en defender y extender las políticas que ofrecen formas de participación de riesgo bajo o moderado. Los antecedentes de protestas violentas, abstención y luchas a ciegas bloquean la activación del electorado outsider.
Hablamos de un tipo de escenarios íntimamente vinculado a sostener consecuentemente la vía electoral, pese a las maniobras del alto gobierno.
Los cinco principales líderes de la oposición, hoy encabezados con notable distancia por María Corina Machado, tienen el desafío de realizar las primarias y tener fórmulas para escoger con éxito un candidato capaz de competir con Maduro y ganarle. Este propósito se está diluyendo y extraviado.
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En la definición del liderazgo las preferencias opositoras se concentran claramente en María Corina, pero a un 30 % de los venezolanos no les gusta ninguno.
Este es otro signo de la existencia invisible de un electorado outsider que desea políticas y figuras diferentes a lo tradicional. Esa motivación ha encontrado parcialmente un canal de expresión en María Corina porque no apareció otra opción que toque los deseos de innovación.
Una coalición muy amplia podría atraer la simpatía del electorado outsider.
No importa que el avance no sea en fila india, sino respalde las propuestas por sus méritos y su viabilidad para superar la crisis. Pueden y deben existir posturas diferentes porque queremos ser plurales.
El aparato del gobierno fracasó en las soluciones, está disminuyendo su capacidad de control social y rodando hacia una minoría que depende del ventajismo y la renuencia a restablecer la Constitucionalidad.
Cada vez le será más difícil manipular el dialogo y la negociación con la oposición.
Después del 22 de Octubre comenzará una nueva etapa. No debemos hacer juicios a priori sobre los cálculos de cada uno de los dirigentes de la oposición ni fundados en deducir el futuro de comportamientos pasados.
Esa nueva etapa exige una nueva racionalidad política, una concertación en la diversidad y apostar por una emocionalidad complementaria que exprese deseos, intereses y necesidades del electorado que no participará en las primarias, pero puede acudir en avalancha, directamente,a la elección presidencial.
La nueva etapa debe fundarse en el consenso más que en conflicto interno y abrir las compuertas que represan al electorado outsider.
Aún hay tiempo.
Simón García