Con una entrega que se evidenció desde niña, Santa Margarita María de Alacoque nació el 25 de julio de 1647, en Janots, Borgoña. Fue la quinta hija de una familia numerosa de siete que regentaba un notario con condiciones económicas sólidas.
A los cuatro años la santa recibió la primera revelación al realizar una promesa que pese a que desconocía lo sentía dentro de su corazón y bajo el influjo del sagrado corazón oró:
«Oh Dios Mío, os consagro mi pureza y hago voto de perpetua castidad.» Aunque ella misma confesó más tarde que no entendía lo que significaban las palabras «voto» o «castidad”.
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A los nueve años la Santa hizo la primera comunión, y a los 22 años recibió la confirmación con una anécdota trascendental la cual se registró con la confesión que escribió en quince días, y se la narró a su confesor de manera detallada.
“En esa ocasión añadió al nombre de Margarita el de María. Después, habiendo vencido las últimas resistencias de la madre, que hubiera preferido verla casada, pudo entrar al convento de la Orden de la Visitación, fundado 60 años antes por San Francisco de Sales, ofreciéndose desde el día de su entrada como víctima al Corazón de Jesús”.
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Años más tarde las visiones comenzaron a llegarle, en principio no fueron aceptadas y sufrió los embates de los incrédulos, sin embargo, como una muestra divina estuvo bajo las órdenes del jesuita Santo Claudio de la Colombière y fue así que se consolidó aún más su fe propagando sus enseñanzas.
“Fue elegida maestra de novicias, tuvo el consuelo de ver difundida la devoción al Corazón de Jesús, y los mismos opositores de un tiempo se convirtieron en fervorosos propagandistas”.
Santa Margarita María de Alacoque murió a los 43 años de edad, el 17 de octubre de 1690 fue beatificada el 18 de septiembre de 1864 por el Papa Pío IX y canonizada el 13 de mayo de 1920 por el Papa Benedicto VI.
Oración a Santa Margarita de Alacoque
¡Oh Bienaventurada Margarita María! depositaria venturosa del tesoro de los cielos, el Corazón Divino de Jesús, permite que, considerándote mi hermana, en este incomparable amor, te ruegue me des con generosidad, la parte que me corresponde en esa mansión de infinita caridad.
Confidente de Jesús, acércame tú al Sagrario de su pecho herido; Esposa de predilección, enséñame a sufrir por la dilatación de aquel reinado cuya causa te confió el Maestro.
Apóstol del Sagrado Corazón, consígueme que se realicen conmigo las promesas que en beneficio de su gloria, te hizo ochenta y siete veces el Amado; Discípula regalada del Divino Corazón, enséñame la ciencia de conocerlo como lo conociste tú, en el perfecto olvido de mí mismo y de la tierra.
Víctima del Corazón de Jesús Sacramentado, toma el mío, y ocúltalo en la llaga donde tú viviste, compartiendo ahí las agonías del Cautivo del amor, de Jesús-Eucaristía.
Él, te dijo, hermana muy amada, que dispusieras en la eternidad del cielo, de este otro cielo, el de su Corazón Sacramentado; ¡Oh Margarita María! entrégamelo, pues, para consumirme en ese incendio, dámelo para llevarlo como vida redentora a los pobres pecadores y como glorificación de ese mismo Corazón Divino a las almas de los justos.
¡Ah, sí! compartamos, hermana mía el mismo sacrificio, el mismo apostolado, el mismo paraíso del Corazón Divino de Jesús: venga a nos su reino.
Carlos Ramírez