La Basílica de Letrán también llamada San Juan de Letrán está dedicada a San Juan Bautista y San Juan Evangelista, hombres probos ligados directamente a nuestro Señor, una decisión tomada a los monjes del monasterio de San Juan Bautista y San Juan el Divino que servían allí. Conocida como la “Madre de todas las Iglesias de Roma y del mundo», ocupa el primerísimo lugar que la erige como la más importante de las cuatro basílicas referenciales de Roma.
“Después de que el emperador Constantino legalizara la Fe, entregó varias propiedades imperiales alrededor de Roma al Papa Silvestre para uso de la Iglesia. Estos incluían los de Letrán y el Vaticano. Sobre el primero, el Papa construyó su catedral y residencia. La Letrán se completó en el año 324 d. C. y, aunque se reconstruyó con el tiempo, ha estado en servicio continuo como cátedra, o sede de autoridad, de los papas desde entonces”.
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Esta celebración nos recuerda el sendero del pueblo y un cuidado continuo y fiel de Dios, una demostración de que cada uno de nosotros, en Jesús resucitado somos templo del Señor, al saber, por convicción y fe que el Espíritu habita en nosotros.
“Ser conscientes de ello nos lleva, por un lado, a alabar al Señor; pero, por otro lado, nos lleva a decir, a veces de forma desproporcionada: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa…» (Mt 8,8), olvidando que Él ya está en nosotros, y que nos acoge y nos ama no por cómo quisiéramos ser, sino por cómo somos, aquí, ahora”.
La basílica ha sido venerada durante siglos por lo que representa, por ser el sitio de encuentro y de veneración. Pese a que ha sido destruida por constantes incendios siempre ha sido reconstruida una vez más para dejarla con preciosos acabados como una muestra palpable de su imponente importancia y lo que ello simboliza.
“San Agustín recomienda: «Cuando recordemos la Consagración de un templo, pensemos en aquello que dijo San Pablo: ‘Cada uno de nosotros somos un templo del Espíritu Santo’. Ojalá conservemos nuestra alma bella y limpia, como le agrada a Dios que sean sus templos santos. Así vivirá contento el Espíritu Santo en nuestra alma».
Del Evangelio según San Juan
“Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: «Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre un mercado».
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá.
Entonces los judíos le preguntaron: « ¿Qué signo nos das para obrar así?».
Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar».
Los judíos le dijeron: «Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».
Pero Él se refería al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que Él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado” (Jn 2,13-22).
Carlos A. Ramírez B. —