Monseñor Lisandro Rivas, Obispo de la Diócesis de San Cristóbal presidió la eucaristía de las cinco de la tarde del miércoles de Ceniza en la iglesia Sagrario Catedral, este 5 de marzo.
En la ceremonia eclesiástica estuvo acompañado del presbítero José Lucio León, el diácono, José Parada y el pueblo fiel de Dios.
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Durante la homilía monseñor manifestó que el tiempo de Cuaresma es propicio para evaluar la vida cristiana individual y social, e interrogarse si en el accionar diario estamos siendo reflejo de Dios.

Recordó que la Iglesia como madre y maestra invita en este tiempo a retornar la mirada a Cristo y prepararse para conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor.

«En este tiempo de gracia se nos invita a ponernos en camino para celebrar el misterio pascual de Cristo. La Iglesia lo propone como un llamado de conversión, de preguntarme qué debo cambiar para vivir una vida digna según el proyecto de Dios», expresó.

Recordó que el Papa Francisco nos ha invitado a ser peregrinos de esperanza, a poner la confianza en Cristo: «Si bien muchas veces reconocemos que no somos dignos, en este tiempo se nos propone hacer penitencia y recibir la misericordia de Dios».

Expresó que el rito de la imposición de la ceniza recuerda la fragilidad humana, pero también la esperanza en el Señor que nos pide que nos acerquemos a Él, pues es el único que puede hacer, aún de las experiencias más duras, una vida nueva, cambiando la tristeza por esperanza.

Al referirse al pasaje del evangelio, señaló que «La palabra repite el término “recompensa” que es siempre un deseo humano, sin embargo, el Señor distingue la recompensa de Dios y la de los hombres. La primera es eterna, es su amor y, por tanto, la que debemos aspirar”. Y para alcanzarla, practicar las obras de misericordia.

Puntualizó que la oración, el ayuno y la caridad, anclados a Dios, nos permiten acercarnos a Él, escucharle desde el corazón, pedirle con humildad que nos ayude a transformarnos. En el ayuno, recordó que es bueno privarnos de aquello que no nos permite tener relaciones sanas: “Dejar el celular y conectarse con la familia, escucharla y ayudarla. Pensar qué es lo que Dios me pide”.

Finalmente, en la caridad, el llamado es a practicarla con alegría, en silencio, ofreciéndola al Señor: “tocar el dolor de Cristo en la humanidad que sufre, en los enfermos, en los privados de libertad (…) la cuaresma nos invita a la sanación desde la propia humanidad, para renovarnos como Iglesia, y comprometernos con los hermanos a ser peregrinos de esperanza”.
Prensa Diócesis SC