El verano ya se ha instalado en la ciudad de Roma. El Papa Francisco se ha dirigido a varios centeneras de personas diseminadas por la amplia Plaza de San Pedro, respetando así la normativa sanitaria para enfrentar el Covid-19.
El Papa Francisco retomando el Evangelio de Mateo 10, 37-42 afirmó que “Jesús pide a sus discípulos que tomen en serio las exigencias del Evangelio, incluso cuando esto requiere sacrificio y esfuerzo”. De esta afirmación se desprenden tres planteamientos para aquellos que quieren seguirle: situar el amor a Jesús por encima del amor familiar; seguir a Jesús implica cargar con la propia cruz y la libertad que surge la renuncia a sí mismo, permite experimentar la generosidad y gratitud de Dios.
El amor a Jesús por encima del amor familiar
El Papa al referirse al texto del versículo 37, «El que ama a su padre o a su madre, […] a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí», explica que “Jesús ciertamente no pretende subestimar el amor a los padres y a los hijos, pero sabe que los lazos de parentesco, si se ponen en primer lugar, pueden desviarse del verdadero bien. Lo vemos: algunas corrupciones en los gobiernos, vienen precisamente porque el amor al parentesco es mayor que el amor al país y ponen a los familiares a cargo.
El Papa plantea una posible situación de contraste e insiste: “Cuando, por el contrario, el amor a los padres y a los hijos está animado y purificado por el amor del Señor, entonces se hace plenamente fecundo y produce frutos de bien en la propia familia y mucho más allá de ella”.
En este contexto, el Papa nos invita a tener presente un detalle importante que ya aparece en el Evangelio: “Recordemos también cómo Jesús reprocha a los doctores de la ley que hacen que a los padres les falte lo que necesitan con el pretexto de darlo al altar, de darlo a la Iglesia. ¡Él les reprocha! […] El verdadero amor a Jesús requiere el verdadero amor a los padres, a los hijos, pero si desde el principio buscamos el interés de la familia, esto siempre nos lleva por el camino equivocado”.
No hay amor verdadero sin una cruz
En segundo lugar, Francisco, citando el versículo 38, «El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí» afirma: “Se trata de seguirlo por el camino que Él mismo ha recorrido, sin buscar atajos. No hay amor verdadero sin una cruz, es decir, sin un precio a pagar en persona. Llevada con Jesús, la cruz no da miedo, porque Él siempre está a nuestro lado para apoyarnos en la hora de la prueba más dura”.
El Papa nos advierte de las posibles actitudes temerosas y egoístas que buscan preservar la vida propia por sobre todas las cosas y cita el verso 39: «El que encuentre su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará». Seguidamente plantea: “La plenitud de la vida y la alegría se encuentra al entregarse por el Evangelio y por los hermanos, con apertura, aceptación y benevolencia”.
La generosidad y gratitud de Dios
En este momento, el Papa cita los versículos 40 y 42: «Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, […]. Y todo aquel que dé de beber tan sólo un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños […] no perderá su recompensa». Dios es generoso: La generosa gratitud de Dios Padre tiene en cuenta hasta el más pequeño gesto de amor y servicio a nuestros hermanos y hermanas. Es una gratitud contagiosa que nos ayuda a cada uno de nosotros a mostrar gratitud hacia aquellos que se preocupan por nuestras necesidades”.
El Papa enfatizó la donación generosa de sí mismo afirmando: “Muchos servicios se hacen gratis. Piensa en el voluntariado, que es una de las cosas más grandes que tiene la sociedad italiana. Los voluntarios… Y cuántos de ellos han dejado sus vidas en esta pandemia. Se hace por amor, simplemente por servicio”.
El Obispo de Roma concluyó la reflexión afirmando: “La gratitud, el reconocimiento, es en primer lugar un signo de buenos modales, pero también es una insignia del cristiano. Es un simple pero genuino signo del reino de Dios, que es el reino del amor gratuito y generoso”.
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