Más allá de ejercer su función de mover el aparato económico, generar empleo, cultura e identidad, como se espera naturalmente, la empresa privada se ha convertido en una pieza fundamental y motor social en resolver muchos de los problemas que atraviesa la sociedad venezolana en estos instantes.
Hay casos en este país que indican que los ciudadanos y las empresas tienen que tomar un papel protagónico en canalizar las soluciones para la vida cotidiana de los venezolanos.
Si alguna vez hemos tenido experiencia en proyectos de Responsabilidad Social Empresarial eficientes en este país, entonces seguro miramos con agrado labores como la de la Fundación Polar que en materia deportiva ha brindado apoyo a tantos atletas, o de la Fundación Santa Teresa con su noble proyecto Alcatraz, o de la Fundación de la entidad financiera BOD y su respaldo a las Madres Canguro. Son ejemplos de lo que se hace bien.
Vemos gratamente en los periódicos de circulación nacional e internacional como la empresa Frigilux a través de su fundación dedicada a atender a niños con problemas de salud, está poniendo un gran empeño en recuperar y darle una mejor calidad de vida a un joven de 17 años, Rufo Chacón, quien sufrió un disparo en el rostro por un PNB del Táchira, en una protesta.
Aunque pueda resultar difícil, por un momento dejemos el juicio político y su relación obvia con la crisis venezolana, que ya tiene bastante para destacar en el mundo. Entonces enfoquemos algo bueno: las empresas que toman el camino correcto, que es el rumbo verdadero y que deben seguir los ciudadanos y dirigentes comunales.
Simplemente se trata de buscar solucionar los problemas, más allá de cumplir los procesos del área comercial, industrial y cívica, correspondientes, para que de verdad se dinamice la actividad económica, social y cultural del país.
Las empresas deben estar en un rol trascendental en la vida de este país. Y así lo vamos viendo. Es interesante y alivia que Adriana Parada, la mamá de Rufo haya acudido a Frigilux y esta organización hoy tenga a Rufo en Barcelona, España, costeando todos los gastos que serían inalcanzables para cualquier ciudadano venezolano de a pie.
Es un buen ejercicio de solidaridad en la adversidad, claro que se debe apostar primero a la paz y al desarrollo de una nación, pero frente a la realidad negativa hay que agradecer la bondad y las buenas acciones. Gracias a la Fundación Frigilux así como al resto de las organizaciones que hacen bien el trabajo en Venezuela.
Desde mi trinchera exaltó el trabajo que con un voluntariado muy unido hacemos en Cáritas de Venezuela. Diariamente en mi estado Falcón, repartimos al menos 300 comidas a los más pobres. Nuestra organización repite gestos como este en todo el país y fuera de él.
Este es mi mensaje. Todos los que realmente queremos, podemos contribuir para rescatar este país.
Mons Roberto Lückert
Arzobispo Emérito de Coro