Iº lectura: Gen 18, 1-10; Salmo: 14; IIº lectura: Col 1, 24-28; Evangelio: Lc 10, 38-42
La liturgia dominical llena la vida del hombre en su totalidad, ya que Dios habita de manera permanente y total en nosotros, haciéndonos parte de su vida divina. La petición que se hace en la primera lectura es lógica y conmovedora, uniéndose a lo que el Salmo nos recuerda: el que obra bien, quien obra en la justicia, “dice la verdad de corazón y no calumnia con su lengua”, quien no daña a nadie, al prójimo; quien actúa así, vivirá bien. Es un camino muy completo que se nos presenta hoy para que podamos comprender lo que realmente es necesario y cual parte debemos escoger.
San Pablo nos transmite algo muy significativo y real: se alegra por los padecimientos que soporta por los demás y cómo completa en su carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo. Esto lo hace en favor de la Iglesia, de aquellos que necesitan ser escuchados, liberados de enfermedades, de problemas, de situaciones difíciles. Es en Cristo que somos libres, es en Él en que nosotros sentimos y vivimos la renovación de nuestro ser. San Lucas nos enseña cómo la Palabra de Dios es fundamental en el crecimiento de la vida espiritual. ¿Cuántas veces agradecemos a Dios por lo que nos da?, y ¿cuántas veces nos quejamos de las actividades que hacemos?
Encontramos ternura y autoridad en las palabras de Jesús hacia Marta y a aquellos que de alguna manera se parecen -o nos podamos parecer a ella-. En realidad, podríamos decir que todos nos parecemos a Marta y a María, teniendo en cuenta que no debemos contraponer ambos personajes (como alguno podría pensar o hacer). María nos recuerda el fundamento de nuestro discipulado ya que la consistencia de nuestra fe no se basa en las cosas que se hacen (que no dejan de ser importantes) sino de la escucha fiel de la palabra de Jesús. La acción del cristiano nace de la contemplación, o también podríamos hablar de “contemplar la acción”, vemos lo que hace Jesús para imitarlo y seguir sus pasos; recordemos lo que decían de Él: “bene omnia fecit” -todo lo ha hecho bien- (Mc 7, 37). María es la mujer que en Jesús ve a quien se acerca para salvar, para enseñar, para ser el bálsamo que alivia las penas. Marta debe mirar de verdad y de corazón a Jesús, seguir el ejemplo de su hermana y no lamentarse con el maestro por lo que ella hace.
En Dios encontramos la mejor parte, en Él tenemos nuestra esperanza y nuestro presente, en Él estamos tranquilos y tenemos la seguridad que caminaremos bien. ¿Hemos elegido la mejor parte?, ¿estamos seguros que la parte elegida es la que está de la parte de Dios? Esta es una reflexión de hoy y para hoy, que resuena a cada momento y nos muestra el camino a seguir: paz, tranquilidad, sinceridad, verdad, equilibrio, comprensión, amor. No dejemos a Dios como un espectador ante la situación que se vive actualmente. Como cristianos tenemos el deber de escuchar a Dios, hablar con Él y hablar de Él; nuestra predicación es el amor de Dios y la expansión de su palabra.
Llevemos a todos el mensaje del Evangelio, viendo el clamor de aquellos que nos piden más testimonio de vida cristiana y de formación humana: dejemos las discusiones, las inseguridades infundadas, la autosuficiencia sin sentido, las creencias sin bases de fe. Seamos fieles a Dios, seamos seguidores y servidores de su palabra. Cumplamos con nuestro deber y dediquemos nuestra vida a la acción amorosa de Dios quien pide renovarnos siempre más…
MARÍA SANTÍSIMA NOS ACOMPAÑA
Nuestra madre de cielo nunca nos deja solos. Pidamos con convicción la paz, el amor y la concordia para nuestra patria. Que cada hombre y mujer de Venezuela sintamos la presencia real de Dios en nuestros corazones, siendo discípulos y misioneros en compañía de María, Madre de todos sin excepción. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com