En medio del duelo que embarga a la Diócesis de San Cristóbal, la partida de Mons. Mario Moronta, su V Obispo, se convierte en un profundo testimonio de fe, en un eco viviente de la frase que tanto amaba: «Acuérdate de Jesucristo, Resucitado de entre los muertos» (2 Timoteo 2,8).El lugar de su descanso final, a los pies del Cristo de Limoncito, no es una coincidencia o un simple deseo, sino un epílogo elocuente de una vida completamente entregada a Cristo.
La decisión de ser sepultado en este lugar sagrado, quedó plasmado en su testamento y refleja la esencia de su episcopado y su existencia. Mons. Moronta no solo actuó en nombre de Cristo, sino que se identificó con Él hasta su último aliento. A lo largo de su ministerio, su voz resonó con un mensaje claro y constante: la centralidad de Jesucristo en la vida de cada cristiano. Él fue un pastor que habló incansablemente de la Resurrección, no como un evento histórico lejano, sino como la fuerza transformadora que da sentido a todo. Su mirada, y la mirada que siempre invitó a tener, estaba puesta en el Crucificado y en el Resucitado.
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Al descansar bajo la mirada del Cristo de Limoncito, su tumba se convierte en un nuevo púlpito, una lección silenciosa que perdura más allá de su voz. Nos recuerda que la fe no es un concepto abstracto, sino una relación personal con aquel que venció a la muerte. Cada peregrino que visite su tumba, cada persona que ore ante el Cristo de Limoncito, será invitado a recordar a aquel que vivió, actuó y murió con la convicción de que la Resurrección es la verdad más grande.
La frase bíblica de la que se enamoró, «Acuérdate de Jesucristo, Resucitado de entre los muertos,» encapsula perfectamente su legado. Él nos enseñó a anclar nuestra esperanza en la Resurrección de Jesús. Nos recordó que nuestra fe es sólida porque se basa en un acontecimiento real y definitivo. Por eso la muerte, aunque dolorosa, no es el final para quienes creen en Cristo.

El cuerpo de Mons. Moronta ahora descansa, pero su testimonio sigue vivo. Su vida fue la de un SERVIDOR fiel del Evangelio, un TESTIGO que guió a innumerables almas hacia la luz de Cristo. Ahora, desde su lugar de descanso, nos invita a recordar y a vivir la promesa de la vida eterna, sabiendo que la muerte no tiene la última palabra. El legado de Mons. Mario Moronta es la convicción de que, sin importar las circunstancias, nuestra mirada debe estar siempre en Jesús, el Resucitado.
En memoria del Servidor y Testigo.
Smta. Carlos Peña