El profeta Jeremías proclama las razones para indicar lo que de verdad hace bendito, por tanto, feliz a un ser humano: Confiar en Dios, poniendo su esperanza en Él. Esto es reafirmado por el salmista con cuyas palabras entonamos la respuesta de la asamblea litúrgica a la Escritura leída: “Dichoso el hombre que confía en el Señor”.
En esta misma línea, ¿qué hace infeliz al hombre?: dejarse guiar por criterios humanos, no andar en buenos pasos, burlarse del bueno. Quien así actúa es como “la paja barrida por los vientos” (Salmo responsorial). Lo que hace feliz al ser humano es estar en sintonía y comunión con Dios: “es como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y nunca se marchita. En todo tendrá éxito”.
Lea también: “Constructores de Esperanza”: El fruto de CXXIII Asamblea Ordinaria Plenaria
El texto de Lucas que hoy se proclama nos da la pista para la auténtica felicidad: las bienaventuranzas. No olvidemos que éstas no son ni utopía ni algo ideal: es el retrato del mismo Jesús, que cada uno de nosotros debe asumir. Ese retrato puede resultar altisonante ante los oídos del mundo, aunque son propios de Jesús y sus discípulos: ser pobre, para buscar y conseguir el Reino de Dios; sentir hambre para poder ser saciados, llorar ahora para reír a su debido momento; cuando se es aborrecido y perseguido, ya que saltarán de alegría al ver su recompensa en el cielo.
La lógica de Dios es diversa de la humana. De lo pequeño va surgiendo lo grande, y no al revés como le puede pasar a quienes se dejan conducir por los criterios del mundo: los que ahora disfrutan irracionalmente de tantas cosas tendrán hambre; los que ríen, “rumbean” ahora, pues llorarán después; los que buscan hacer crecer su “ego” y ser alabados, amén de exigir los primeros puestos…
En el mundo de hoy, lamentablemente se está creando una matriz de opinión que apunta a hacer que los poderosos y muchos seguidores se alejen de la verdadera dicha, pues más que confiar en el Señor se constituyen ellos como los que son más que los otros. A ellos se unen tantos hombres y mujeres que se dedican a actuar según los criterios mundanos, incluso rompiendo con los demás a quienes llegan a menospreciar.
Le puede interesar: Cultura brindó sublime concierto en la celebración del 50 Aniversario del Sistema Nacional de Orquestas
Pero, para los auténticos creyentes, invitados a ser “peregrinos de la esperanza”, los criterios de la Palabra de Dios son los que rigen la propia conducta. Con ello, son capaces para acercarse a los más pobres asumiendo su pobreza. Además, no tienen miedo a ser insultados y ofendidos, menospreciados y perseguidos, porque han puesto su confianza en el Señor. Entonces, los pobres, los marginados, los migrantes desvalorizados y los excluidos de la sociedad encontrarán un ambiente donde sentirán la ternura de Dios y el reconocimiento de su dignidad.
Este domingo, la Palabra de Dios va dirigida a recordarnos precisamente que hemos de actuar como el mismo Cristo, cuyo retrato es delineado en las bienaventuranzas. Esa Palabra vuelve a hacerse Eucaristía para alimentarnos y fortalecernos en nuestro testimonio de vida. Ellas dos, Palabra/Eucaristía, hoy mismo nos recuerdan que, según los criterios del Evangelio (muy distantes de los del mundo) Dios ha colocado su morada en los corazones rectos y sinceros… por eso, le pedimos vivir haciendo propias las bienaventuranzas y confiando en el Señor. Así es como pedimos “por tu gracia, vivir de tal manera que te dignes habitar en nosotros” (Oración Colecta)
Mons. Mario Moronta