El compromiso cuaresmal y el camino de conversión encuentran en este domingo una etapa decisiva. Revivimos el recibimiento de Jesús, su entrada en Jerusalén: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”. La oración en este día nos sitúa en el clima del triduo pascual, se nos invita a tener presente la gran enseñanza de la pasión, para participar en la gloria de la resurrección.
La figura del “siervo del Señor”, nos lleva a reflexionar sobre la dinámica de la escucha y de la palabra. El himno de la segunda lectura nos acerca a los sentimientos de Jesús. Él es para nosotros una síntesis maravillosa de la conformación del creyente a Cristo. El Evangelio de la pasión muestra en Jesús el cumplimiento del proyecto salvífico de Dios: su muerte es testimonio de fidelidad al Dios de la vida. Él no dejará vacía la esperanza puesta en Él.
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JESÚS, SIERVO SUFRIENTE. El maestro fue proclamado “Cristo” por Pedro en Cesarea de Filipo (Mc 8,29); es reconocido “Hijo de Dios” por un pagano; un centurión bajo la cruz dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15,39). También Jesús, frente al Sumo Sacerdote, respondiendo a la pregunta si era Hijo de Dios, el hijo del Dios bendito, Jesús responde: “Yo lo soy. Y verán al Hijo de Dios…” (Mc 14, 61-62). En el Bautismo (Mc 1,11) al inicio del Evangelio de Marcos y en el corazón de la transfiguración (Mc 9,7), la voz del cielo, el Padre, indica en Jesús de Nazaret el “su Hijo amado…” en Getsemaní será Jesús mismo quien llamará a Dios papá, “Abbá” (Mc 14,36).
Junto a esta evidente y clara identidad filial de Jesús de Nazaret a través de estos títulos que recibe y que le son propios, encontramos un Jesús que conduce un camino que lo llevará a la soledad. De estar con tanta gente, pasando por la compañía de Pedro, Santiago y Juan y llegando a Getsemaní, se ve el camino directo que nos lleva a concentrarnos en la obra misma de Jesús: su obra, su significado, su vida en el corazón de todos y cada uno de nosotros. El texto de Isaías, presenta la figura del siervo de Yahvé, aquel que escucha la Palabra de Dios para encontrar en Él confianza y consuelo. La misión del siervo, así como la de Jesús, comporta persecución, tortura, muerte. Su fuerza estará en su adhesión total a la voluntad de Dios y en la certeza que no lo dejará en la muerte.
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Este día es día de fiesta, de esperanza. Jesús asume su condición de Hijo de Dios y en esos momentos significativos en los que se declara esa relación de filiación, es que el cristiano siente la necesidad de identificarse cada vez más a Cristo y, por ende, a la predicación y vivencia del Evangelio de la verdad en medio del pueblo.
MARÍA, JUNTO A JESÚS, JUNTO A NOSOTROS. Nuestra Madre del Cielo está siempre a nuestro lado. Ella es quien nos guía por las sendas del amor y de la paz. Seremos fieles testigos del Evangelio de Jesús, en la medida en que nos dejemos guiar por la amorosa protección de nuestra Madre. Dejémonos guiar por ella y propaguemos en todas partes, la alegría de vivir junto a Jesús. Así sea.
José Lucio León Duque