Los afectos son un elemento fundante en la vida del ser humano. Pensar que se deben eliminar o reprimir es una opción nada buena. Los afectos (emociones y sentimientos) deben ser educados como cualquier facultad del hombre y la mujer.
El ser humano no es producto de la espontaneidad, sino de la formación o educación que recibe. Cada actividad o capacidad desarrollada como caminar, hablar, leer, escribir, un deporte o un trabajo, es producto de la educación recibida.
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En este sentido, los afectos pueden manifestar toda su riqueza cuando son educados, revelando su formación que expresa su naturaleza fruto del ejercicio integrado por la experiencia. Un deportista puede llegar a ser un campeón mundial, fruto de su formación, práctica y perseverancia en eso que le apasiona, llegando a auto disciplinarse en lo necesario para lograr ser lo que es.
La madurez afectiva requiere un itinerario formativo donde la persona pueda idear y aprender formas de expresión que le permitan tratar las emocione de manera que no solo sean nocivas para él y los demás, sino que sean posiblemente manifestaciones concretas de aquello aprendido en el camino de su vida en lo más profundo de su vida humana.
Lo primero que se debe hacer es hacer un trabajo sobre uno mismo que incluya también los propios elementos inconscientes, que integra todas las partes de la vida, desde la afectividad hasta la sexualidad.
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Un elemento de esperanza consiste en sentirse una persona que interiormente es capaz de reflexionar sobre sí misma. Esto lleva a evidenciar la capacidad de aceptar y entusiasmarse, de asombrarse, de tener el buen deseo de crecer y saber gestionar su vida afectiva, sus afectos.
Para quien desea tomar una decisión trascendental en su vida, es necesario que viva aquello que nos comenta el evangelio, de encontrar un tesoro escondido, ir y vender todo para poder comprarlo y quedarse con aquello que es valioso y ha encontrado. En esta línea, es necesario que la persona se haga la pregunta ¿Qué estoy buscando en mi vida?
Es necesario tener claro el ideal de vida que quiero. Pero es necesario dar el paso de ver cuáles son las dificultades para lograr, comenzar a suplantadas por virtudes que me ayudan a lograr el ideal que busco para vivir y ser feliz, logrando desarrollar integralmente mi vida y luego prepararme para el cielo. Solo es necesario reconocernos pecadores y buscadores de salvación. Es en el principio de este proceso emocional, donde Dios va ayudándome con su gracia a gestionar mi vida terrena para preparar la eterna. En la próxima entrega seguiremos hablando de este tema.
Pbro. Jhonny Zambrano