La emoción es definida por Arnold (psicóloga norteamericana) en el campo psicológico, como una tendencia advertida hacia algo que se siente como bueno o una separación de un objeto valorado como malo, todo movido hacia la acción.
En este sentido, los sentimientos y los afectos son momentos sucesivos a la emoción, con más carácter reflexivo, consciente, estable y duradero en el tiempo. El motivo es la dirección que cada persona coloca a una tendencia, llegando a la acción; un ejemplo claro es la contemplación a nivel interior y la percepción de la realidad a nivel exterior.
¿Cómo percibimos?
Estos procesos complejos en los cuales vivimos, a veces no tan claros, llegamos a encontrarnos con un elemento muy común: el afecto. El afecto es base importante y significativa en la forma de valorar y decidir lo que sucede. Aquí entra en juego el modo en que percibimos. La percepción despierta nuestra memoria cognitiva que se guiará más por lo racional y la memoria afectiva que sigue la lógica de los símbolos.
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En este sentido, las emociones y los sentimientos constituyen claves importantes en nuestra vida interrelacional, en nuestras decisiones y planteamientos de vida. Sin embargo, es necesario indicar que en nuestra vida espiritual este campo es poco trabajado, formado y concientizado.
Por ejemplo, las emociones son tomadas como parte de lo imprevisible que vivimos, considerándolas como instintos, y realmente no es así. Cuando se asumen estos elementos con mayor profundidad, logramos detectar cuan diferentes son los instintos de las emociones. Los instintos en los animales no son formados y regulados, no se aprenden, están determinados por ciclos, como el apareamiento. En la persona humana, la emoción es formada para ser gestionada de la mejor manera.
¿Cómo se desarrolla?
Por los instintos no desarrollamos la capacidad de leer los acontecimientos, es necesaria la inteligencia. La persona humana es pobre en cuanto a los instintos, ella posee la compensación de una riqueza interior que debe ser educada. Las emociones y sentimientos deben ser ayudados a gestionar, esto es clave para nuestra historia personal; si no se realiza, las emociones tendrán un poder invasivo con tendencia a expandirse y llegar a ser totalizantes en nuestra vida, para ello es necesario tener un control y conciencia. Entre los afectos negativos tenemos la ira, el miedo y la vergüenza.
Las emociones tienen su raíz en motivaciones inconscientes, algunas menos transcendentales que otras. Un ejemplo, es la simpatía o antipatía que puede surgir al conocerse dos personas, de las cuales se tiene poco conocimiento. Otro ejemplo, un poco más severo y duro, es el guiado por una “compulsión repetitiva”, este guiado por aquella persona que ha sufrido violencia o abuso de poder, de conciencia o sexual, aquí de forma inconsciente el afectado busca hacer vida de pareja con alguien que tenga características de quien abusó o violentó.
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Otro tipo de peligro irreal es cargar a situaciones, personas o estados de vida de significados que tiene solo razón en la vida afectiva, pero que en la realidad no existen; esto tiene como resultado la desilusión con el tiempo y sentir molestia interna por una decisión tomada. Aquí no se trata de desmentir la diversidad de personas, sino en reconocer que en la confrontación surgen diferentes valoraciones afectivas que estuvieron en el origen de la decisión y que la decisión tomada no satisface lo decidido.
Equilibrar
Es necesario aprender a tener el equilibrio entre la expectativa inconsciente y la decisión tomada movida por el afecto. Es de suma importancia la relación entre la afectividad y el inconsciente para nuestra vida, tanto en orden a perseverar, como de asimilar principios, criterios y valores para el orden de vida que quiero dar a mis emociones y sentimientos.
Por tanto, cuanto más inconscientes son las emociones, más importante es el papel que desempeña la memoria e imaginación al ser selectivas. Esta selectividad limita nuestros conocimientos, decisiones y acciones en relación con las informaciones, valores, personas, y acontecimientos que permiten mejorar nuestra relación con Dios y las personas con que convivimos.
Pbro. Jhonny Zambrano