Desde la escucha y la verdad hagamos silencio en nuestro interior para escuchar la voz de Dios que nos habla en la realidad
Dicen que en el silencio se escuchan los deseos más hondos del corazón. Que cuando callamos de verdad algo nos duele muy dentro. Algo así como un gemido, como si se rompiera una tela que lo tapa todo, para que no sintamos.
Le puede interesar: San Juan de la Cruz
Dicen que cuando callemos nos hacemos más profundos sin darnos cuenta. Los pensamientos corren de un lado a otro de nuestra cabeza, atropelladamente, como un río desbocado que lleva al mar.
Dicen que no es posible callar del todo, que algo grita muy dentro y es necesario hacerle caso aunque no lo entendamos. Porque cuando de verdad no sabemos lo que nos pasa puede que precisamente sea eso lo que nos esté pasando.
1.- Tomar las cosas con calma
Calma
El desconcierto, las dudas, los miedos, la angustia. Y la paz que el alma anhela cada vez que los nervios oprimen el pecho o llenan de acidez el estómago. Entonces sabemos que las cosas no fluyen siempre en la dirección que deseamos, tal vez siguen otros caminos y no sabemos bien dónde irán a dar tantos de esos sueños.
Dicen que al madurar se aprende sufriendo y enfrentando las cosas con valentía. No dejemos de decir lo que pensamos. No callemos para evitar conflictos. Tratemos de abrazar la verdad con amor en cada momento.
Lee también: Francisco: en Navidad gastemos menos, ahorremos y ayudemos Ucrania que sufre
Dicen que el mar no se calma a base de rezos. Y que un día que parece más largo dura lo mismo que el resto de los días. La percepción de las cosas no altera en nada lo que estas son. Y si algo nos parece que es una desgracia mejor esperemos a ver lo que sucede más tarde, nadie sabe el final de todo lo que sucede.
Dicen que la oscuridad hace que las malas noticias sean más dolorosas. Siempre es mejor esperar a la mañana. Con la luz del sol pesa menos la amargura. Y las cruces no sé bien cómo, parecen más livianas.
2.- Aprender a escuchar
Dicen que por mucho que gritemos no nos oirán mejor, está comprobado. Solo es necesario que los demás se callen para escuchar nuestra voz, aunque sea solo un susurro. Guardemos silencio para no decir más de lo que debemos y no ser inoportunos.
Guardemos silencio para conservar en secreto lo que nos contaron. Guardemos silencio para que nos hable la voz de Dios, dentro del alma. Dicen que el que reconoce el mérito de los demás en cualquier éxito es más feliz que el que no sonríe al ganar a su amigo.
Saber mirar a los demás y ver las cosas buenas es mucho mejor que desconfiar de todos, aunque a veces acertemos. Ser tolerantes es el bálsamo para los que se sienten condenados. Es la forma de vivir a Jesús en el corazón y mostrar un rostro diferente de ese Dios que nos ama.
El valor de la verdad es poderoso. Las personas verdaderas y auténticas dan vida, dan alegría, con ellas es posible vivir la vida eterna. Amar sin poner condiciones es un regalo del Altísimo.
Por mucho que limpiemos el cristal de nuestro cuarto la neblina del cielo no se va tan fácilmente. Permanece, no depende de nuestra mano. Las cosas no cambian mis palabras, aunque es cierto que puedo hacerlas más llevaderas. Pero la realidad es la que es, me guste o me disguste.
3.- Mirar con esperanza
Dicen que escribir una historia es crear una realidad que existe en nuestra cabeza. Podemos inventarnos finales tristes o podemos hacer que la vida, entrelazada en palabras, sea por una vez más bella que lo real. ¿De qué nos sirve escribir un drama si ya la vida puede ser en sí misma dramática?
Reírnos de las cosas no las aleja, no las elimina. Simplemente da a los momentos mucha alegría.
Dicen que no por caminar con apremio amanecerá más temprano. Y es cierto, pero si llegamos antes podremos ver el amanecer a nuestra llegada. Las olas del mar son las que son y tienen su ritmo. Al mismo ritmo que las emociones dentro de nuestra alma. No es regular. Surgen y mueren y dan vida o acaban con ella de repente.
Con información de Aleteia