Escribe el magnífico poeta venezolano, Rafael Cadenas, que “En medio de la mentira, por encima de ella, en la hendidura, busca este país su verdadero rostro para curarse”. Busca este país, Venezuela, su verdadero rostro. Este no es el rostro de Venezuela. ¿Cuál es su verdadero rostro? La pregunta hay que hacérsela a la verdad y la verdad ha sido un tema que me ha interesado, pero no como necesidad intelectual, sino existencial, es decir, como necesidad profunda y definitiva.
En su última homilía como cardenal y decano del colegio cardenalicio, Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, describió la situación del mundo contemporáneo con estas palabras: “¡Cuántos vientos de doctrina hemos conocido durante estos últimos decenios!, ¡cuántas corrientes ideológicas!, ¡cuántas modas de pensamiento!». Añadía que incluso: «La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido zarandeada a menudo por estas olas, llevada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical, del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo, etc”.
Recuerdo en ese momento, ese poderoso episodio del Evangelio en el cual Jesucristo enfrentaba a Pilato. Momento crucial por algo que Jesús le dice a Pilato, pero que a su vez nos lo dice a todos los hombres de todos los tiempos y lugares. “Todo el que es de la verdad, escucha mi voz” (Jn 18,37) le dice Jesús al Procurador. A lo que éste le responde con una pregunta: “¿Qué es la verdad?”. La pregunta de Pilato me deja claro que no pudo escuchar a Jesucristo y, por lo tanto, no era éste de la verdad. Aquí alcanzo a comprender que uno no posee la verdad, sino que, por el contrario ella posee al hombre.
Lea también: Santo Domingo de Guzmán: “La oración hace más efecto que todas las armas guerreras”
Hemos sido creados para la verdad. “Ahora pues, si en verdad escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis mi especial tesoro entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra” (Ex 19,5); “El pueblo que andaba en tinieblas ha visto gran luz; a los que habitaban en tierra de sombra de muerte, la luz ha resplandecido sobre ellos” (Is 9,2); “caminad mientras tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas; el que anda en la oscuridad no sabe adónde va” (Jn 12,35); “para que abras sus ojos a fin de que se vuelvan de la oscuridad a la luz, y del dominio de Satanás a Dios” (Hch 26,18) “porque antes erais tinieblas, pero ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de la luz” (Ef 5,8).
Afirmó Antonio Rosmini que “creada para la verdad, la mente humana es fácilmente seducida por un principio que le es ajeno y enemigo, y que, con sus artes ilusorias, la induce a tomar por verdad las apariencias de la verdad”. Idea que concluye de manera lapidaria: “Y cómo la mente, como su maestra, es seguida por la voluntad, en lugar del bien para el que está hecha, la voluntad se aferra a las vanas apariencias del bien. De ahí el error y la culpa”.
Pilato, que no pudo ver la verdad, envió a la verdad a morir en la cruz. La verdad murió en la cruz, pero resucitó. La verdad no puede ocultarse, no puede aniquilarse, no puede negarse. Quienes lo han intentado, han terminado aplastados y derrotados por esa misma verdad. Vuelvo a las líneas de Cadenas: “En medio de la mentira, por encima de ella, en la hendidura, busca este país su verdadero rostro para curarse”. Venezuela, el país del cual habla Cadenas, ha encontrado su verdadero rostro y va a curarse. Bendito sea el Señor. Paz y Bien, a mayor gloria de Dios.
Valmore Muñoz