Una de las interrogantes que casi siempre nos planteamos cuando hablamos de vocaciones, es precisamente esta: ¿Dónde están las vocaciones? Bastaría responder que las vocaciones están donde están los jóvenes; pero Jesús nos enseñó que las vocaciones están en el corazón de los jóvenes (Mt 9,9).
El relato de la vocación de Mateo narra que Jesús propone su llamada a éste cobrador de impuestos mientras pasa cerca de él. Mateo escucha la propuesta del Sígueme de Jesús, la deja pasar a su interior e inmediatamente se levanta y lo sigue. Luego Jesús ante las discusiones de los fariseos, por estar sentado a la mesa con varios de los cobradores de impuestos y ver que sus discípulos no se lavan las manos para comer, les responde: no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
El Sígueme de Jesús es tan profundo que hace que Mateo no solo se levante y siga al Señor sino que también le permite olvidarse de su situación de pecador, que le reclaman los fariseos. Esto hace entender que la vocación está en el mismo joven, Dios ha dejado la semilla de la vocación en el corazón de cada persona que llama a seguirle. Para descubrir esto, es necesario detenernos unos instantes en el texto bíblico y pensar ¿Qué
sintió Mateo para responder de esa forma? y trasladar esta misma interrogante a los jóvenes y preguntarnos ¿Qué sienten los jóvenes para que puedan responder como Mateo? Sin esta interrogante no sabríamos reconocer la semilla que Dios coloca en los jóvenes.
Los jóvenes sienten la vida, sienten su presente y su futuro, sienten sus sueños e ideas, sienten sus éxitos y sus fracasos, sienten la esperanza y la fe, sienten el amor y la verdad, sienten el engaño y la decepción, etc. Por lo que es necesario preguntarnos si sienten vocación, una vocación que les impulse a vivir. Si algo es necesario observar es que la vocación no es una carrera, ni es igual a una profesión. Vocación es aquello que impulsado desde dentro permite ser lo que se quiere ser, y no lo que se recibe ofreciendo lo que se puede ser o hacer. La vocación viene dada por Dios en lo profundo del corazón del Joven para transformarlo en un símbolo de su
presencia en el mundo. No es algo externo que le llega al joven de sorpresa y deba aceptar sin ninguna interrogante y que tenga que asumir porque ya está organizada. Live games online. Here you can play casino online for free in India
La Vocación es algo que implica adecuación al plan de Dios, que siendo perfecto es único e irrepetible
en cada persona. De allí que no es un plan que se asume y se cumple, sino una realidad dinámica, inquieta y experiencial. Dios la prepara desde siempre en la interioridad del joven que quiere llamar. Entonces, colocando en el joven su llamada hace que éste vaya descubriendo y discerniendo eso que siente que lo atrae a algo novedoso, diferente, alegre, desafiante y diverso a lo que los demás pueden sentir. Por ello, una vocación hace sentir
a los jóvenes capaces de arriesgarse, de dar su vida, de aprender, de crecer, de ilusionarse, de luchar, por una razón que vale la pena, una razón llamada Dios. Este aparente sentimiento hace que los jóvenes se interroguen y les mueva a aceptar el reto que les propone Dios, aún sin ser del todo consciente de esta realidad vocacional.
Cada joven representa una vocación en la cual Dios quiere fructificar. Donde se encuentre un joven allí se encuentra una vocación. Cada uno lleva en su corazón ese anhelo de construir una vida al servicio de los demás, una vida que pueda transformar la realidad del mundo, pero de manera especial una vida en la que pueda enlazar la experiencia humana con la experiencia divina. Pocos viven esta realidad y es el momento que ayudemos a los jóvenes a encontrar esa vocación que ha sido colocada por la mano de Dios en sus corazones, como una llama ardiente que quiere vivificar su presencia en la humanidad.
Por: Edwin Contreras / Formador del Seminario Mayor