El Santo Padre recibió cerca del mediodía a la comunidad del Pontificio Instituto Teutónico de Santa María dell’Anima en Roma, con motivo del 500 aniversario de la elección de Adriano VI, el penúltimo Papa del mundo germánico, sepultado en la Iglesia de del colegio.
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Francisco recordó el nacimiento de su predecesor en Utrecht, que entonces formaba parte del Imperio Romano de la Nación Alemana:
Recibió una excelente educación en la Universidad de Lovaina; fue preceptor del futuro emperador Carlos V y luego, tras desempeñar importantes tareas eclesiásticas y políticas, ascendió a los más altos cargos y fue creado cardenal en 1517. Cuando le llegó la noticia de su elección como obispo de Roma, dudó al principio, pero por sentido del deber acabó aceptando.
Recordando su breve pontificado, que duró poco mas de un año, y durante el cual buscó, sobre todo, la reconciliación en la Iglesia y en el mundo, hizo presente el envío del nuncio Chieregati a la Dieta de Núremberg para reconciliar a Lutero y a sus seguidores con la Iglesia, cuando pidió expresamente perdón por los pecados de los prelados de la Curia romana.
Reforzar resistencias
También hizo presente la labor del pontífice en el ámbito político, en el que superando muchas resistencias se esforzó por alcanzar un acuerdo entre las dos potencias vecinas, el rey Francisco I de Francia y el emperador Carlos V de Augsburgo, también para que juntos pudieran frenar los cada vez más amenazantes designios de conquista del ejército otomano.
Lamentablemente, el Papa Adriano, debido a su prematura muerte, no pudo concluir ninguno de estos proyectos. Sin embargo, su testimonio de trabajador intrépido e incansable por la fe, la justicia y la paz permanece vivo en la memoria de la Iglesia.
Santo Padre Francisco auspició a la comunidad del Instituto Teutónico
Con esta conmemoración el Santo Padre Francisco auspició a los miembros de la comunidad del Pontificio Instituto Teutónico que el ejemplo de la vida y la obra del Papa Adriano los anime a crecer en su vocación de servidores de Cristo.
Que el Señor los sostenga en su ministerio y los lleve a una fe cada vez más arraigada en su amor, vivida con alegría y dedicación.
En particular, pensando en su empeño por la promoción de la concordia y la reconciliación, los exhortó a seguir sus pasos especialmente en su condición de ministros del Sacramento de la Penitencia.
Esto es importante: la tarea del confesor es perdonar, no torturar. Sean misericordiosos, sean grandes perdonadores, eso es lo que la Iglesia quiere que sean.
Esto significa, según Francisco, “dedicar tiempo a escuchar las confesiones, y hacerlo bien, con amor, con sabiduría, con mucha misericordia”. Pero no sólo eso:
Este ministerio implica también la predicación, la catequesis, el acompañamiento espiritual; y requiere, ante todo -como siempre- el testimonio. Para ser un buen servidor del perdón de Cristo, el sacerdote debe saber perdonar a los demás; debe ser misericordioso en sus relaciones, ser un hombre de paz, de comunión. Que la Virgen los ayude en esto.
Despidiéndose les agradeció por la visita, deseándoles lo mejor y asegurándoles su oración y su bendición.