Amedeo Lomonaco – Ciudad del Vaticano
«En medio del camino de la vida, errante me encontré por selva oscura, en que la recta vía era perdida». Estos versos iniciales y los otros que componen la extraordinaria trama de la Divina Comedia continúan haciendo eco del encanto de la belleza y del bien, el encanto de Dios. El Papa Francisco – al encontrar a una delegación de la ciudad de Rávena encabezada por el alcalde, el arzobispo y el prefecto con motivo del séptimo centenario de la muerte de Dante Alighieri – señaló que el poeta florentino, que murió en Rávena en la noche del 13 al 14 de septiembre de 1321, «invita una vez más a redescubrir el sentido perdido u ofuscado de nuestro viaje humano».
Podría parecer, a veces, que estos siete siglos han cavado una distancia insalvable entre nosotros, hombres y mujeres de la era postmoderna y secularizada, y él, un representante extraordinario de una edad de oro de la civilización europea. Y sin embargo, algo nos dice que no es así.
Los adolescentes, por ejemplo -incluso los de hoy- si tienen la oportunidad de acercarse a la poesía de Dante de una manera que les sea accesible, inevitablemente encuentran, por un lado, toda la distancia entre el autor y su mundo; y no obstante, por otro, sienten una resonancia sorprendente. Esto sucede especialmente allí donde la alegoría deja espacio al símbolo, donde el ser humano aparece más evidente y desnudo, donde la pasión civil vibra más intensamente, donde la fascinación de la verdad, la belleza y la bondad, en último término, la fascinación de Dios hace sentir su poderosa atracción.
Atravesando las muchas selvas oscuras
El eco secular de la Divina Comedia puede también hoy en día guiar las reflexiones, los caminos. «Aprovechando esta resonancia que supera los siglos, también nosotros -como nos invitaba san Pablo VI- podremos enriquecernos con la experiencia de Dante para atravesar las numerosas selvas oscuras aún dispersas en nuestra tierra y realizar felizmente nuestra peregrinación en la historia, para alcanzar la meta soñada y deseada por todo hombre: «el amor que mueve el sol y las demás estrellas»» (Par. XXXIII, 145) (cf. Mensaje con motivo del 750º aniversario del nacimiento de Dante Alighieri, 4 de mayo de 2015).
El Papa Francisco también recordó que «en 1965, con ocasión del séptimo centenario del nacimiento de Dante, san Pablo VI obsequió a Rávena con una cruz de oro para su tumba”. “Esa misma cruz, con motivo de este centenario, – afirmó por último el Santo Padre – volverá a brillar en el lugar que conserva los restos mortales del Poeta. Que sea una invitación a la esperanza, esa esperanza de la que Dante es profeta”.