Freddy Ramírez
El Táchira, ubicado al occidente de Venezuela, eje fronterizo con Colombia, ha sido uno de los estados con mayor cantidad de apagones a nivel nacional. Cada día y desde el recordado apagón nacional en marzo de 2019, se vive un total caos con este servicio que presenta desde 30 minutos hasta 18 horas de fallas eléctricas en las comunidades.
En un trabajo realizado por la periodista Lorena Bornacelli logró documentar, que en el año 2020, los meses más críticos en cuanto a la electricidad fueron abril y mayo, donde justamente la población estaba en sus viviendas producto de la cuarentena por COVID-19. En esos meses llegaron incluso a escucharse cacerolas por quienes reclamaban por las fallas constantes. Además, diciembre fue el mes con menos apagones, registrando 30, le sigue noviembre con 43 y marzo con 45.
En total el año 2020 registró 701 apagones en zonas de San Cristóbal y Cárdenas, dando como resultado que cada día del año pasado los tachirenses tuvieron al menos un corte de electricidad, pues al dividir los 701 en los 365 días del año, el resultado es de 1,92 fallas.
Ya para el año 2021 el promedio de apagones es de 259, en otras localidades fuera de la capital tachirense se registró menos fallas y cerraron el primer trimestre del 2021 con 226 cortes eléctricos. Sin embargo, zonas como el eje fronterizo y la montaña, no tuvieron tantos apagones, pero sí más cantidad de horas sin electricidad, es decir, que mientras en San Cristóbal hubo dos apagones de seis horas cada uno en un día, en San Antonio del Táchira, municipio Bolívar, hubo un solo apagón pero de 16 horas consecutivas. Quedando plasmada la estadística de los apagones de enero a junio de 2021 de la siguiente manera: enero 40, febrero 46, marzo 38, abril 62, mayo 39 y junio 34.
De ocho a doce horas sin electricidad
Nelly Pulido, coordinadora de la organización La Gente Propone, indicó que en un reciente estudio realizado a través del observatorio de políticas públicas, han constatado la precaria situación que atraviesan los tachirenses, a diario, por los constantes cortes del fluido eléctrico, existiendo comunidades que pasan hasta doce horas sin electricidad, divididas en dos bloques que llegan de manera aleatoria, además, Pulido destacó que dicho servicio afecta de manera directa la calidad de vida del venezolano, pues ante la ausencia del gas doméstico, los ciudadanos optaron por utilizar hornillas eléctricas, sin embargo, las mismas han quedado inútiles y los estómagos tachirenses vacíos.
Manifestó Pulido, que otra realidad que se puede evidenciar en los hogares de San Cristóbal es la presencia de adultos mayores solos, pues sus familiares han migrado y ante dicha situación la falta del fluido eléctrico impide la comunicación con los mismos, generando una situación de estrés por la soledad y por ende llevándolos a caer en cuadros de depresión, aunado a eso la llegada de la pandemia obligó el confinamiento dejando a esta población adulta limitada a las paredes de sus casas y que terminó por agudizar el escenario en noches de total oscuridad.
Pacientes renales no ven luz
En Diálisis San Cristóbal (Diasanca), único centro de diálisis que no cuenta con planta eléctrica en el estado Táchira, se vivieron días de terror, cuando en 2020 y en pleno desarrollo del tratamiento, se generaban los apagones de hasta seis horas de duración, restándole calidad de vida a los 52 pacientes que allí asisten cada dos días a recibir su dosis de medicamentos.
El administrador de dicho dispensador de salud, Nelson Barrios, detalló que durante algunas semanas, la situación era caótica, pues muchos pacientes quedaban a medias con sus tratamientos y otros lograban terminarlos en alianza con centros de diálisis que recibían por la contingencia a los enfermos, fue hasta casi un mes después que comenzaron a recibir apoyo de protección civil Táchira, quienes movilizaban en una plataforma una planta eléctrica y los asistían durante las horas de diálisis, no obstante, no siempre podían llegar a tiempo, lo que ocasionaba que los pacientes retornaran a sus casas, pues las unidades de rescate a veces tenían que recibir apoyo para surtir combustible y algunos días debían buscarles cauchos para que pudiesen trasladar la planta.
Manufactura y educación por el suelo
El ingeniero mecánico Miguel Moreno, explicó que en la fábrica de velas donde labora, la producción disminuyó al menos en un 60% debido a que los constantes apagones, les afecta directamente en la generación de vapor que les suministra al sistema de calefacción que va hacia la caldera que contiene la materia prima para generar el producto final. Indicó Moreno que en los tiempos de pandemia dicha situación se complicó más, pues las semanas en que les permiten laborar, es cuando más horas quitan el suministro de energía y precisamente en los horarios productivos.
Por otra parte, Andreina Zambrano madre de una niña en edad escolar, calificó como catastrófico lo que debe vivir el venezolano y en este caso el tachirense, para poder ayudar a sus hijos con la tareas de la escuela, pues en la mayoría de los casos quedan a mitad de las investigaciones o les toca ajustar su horario al momento en que llega la electricidad, sea de día o de noche, pues con los apagones se van los datos e incluso las señales telefónicas, quedando incomunicados e imposibilitados de poder continuar con los deberes escolares, por lo que consideró Zambrano que la educación en Venezuela, así como muchas otras cosas, van cada vez más en retroceso y quienes pagarán las consecuencias sin deber nada, serán los más pequeños de la casa.
Táchira es uno de los estados venezolanos con mayor número de fallas eléctricas, de las cuales Corpoelec no informó el motivo ni la situación en que se encuentra el servicio a nivel nacional.