En la primera parte del tema que nos reúne, con respecto a si es verdad la afirmación de Friedrich Nietzsche con respecto a que el cristianismo ha envenenado el amor, y en diálogo con Benedicto XVI, habíamos sugerido que la respuesta es NO. El Cristianismo Católico no ha envenenado el amor. A veces los juicios sobre las posturas de la Santa Madre Iglesia van más relacionados con el tema de la ignorancia; si nos ponemos a hacer cuentas, hay una diferencia abismal entre saber de alguien o algo a conocer en verdad a alguien o a algo. Y la mayoría de veces hablamos de lo que sabemos, más no de lo que en verdad conocemos.
Ahora bien, en la actualidad habíamos dicho que el concepto de amor era muy ambiguo, y entre esas definiciones, hay unos cuántos géneros musicales que han reducido el amor al placer, y sobre todo a la genitalidad.
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Básicamente, la letra contiene insinuaciones sexuales sin censura, y hoy por hoy, han conseguido muchos adeptos. ¿Qué ocurre allí? Que una canción de dos minutos tiene más poder sobre las masas, que un discurso de 5 o más horas. En pocas palabras, la música puede manejar la vida de cualquier persona sin darse cuenta.
Las agrupaciones musicales de algunos géneros urbanos tienen mensajes subliminales en la música, y peor aún, atentan directamente con la dignidad de las mujeres, y aunque no parezca, de los hombres también, puesto que se abaja a las mujeres a ser máquinas de sexo, deshumanizándoles completamente. Y a los hombres, como insaciables y adictos.
En el fondo qué enseña esta música sobre el amor eros: ¡Que esa es la felicidad! Pero ¿realmente es la felicidad? Yo considero que está muy ligado, porque es dado por Dios, pero ¿qué pasará cuando el hombre o la mujer queden insatisfechos ya de tener relaciones sexuales todo el tiempo y con cualquiera? ¿Pasará a los animales? ¿Con qué va a llenar ese vacío que le causa el desenfreno que sugiere el género urbano y demás? ¿La insatisfacción como acabará?
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Si bien, los griegos consideraban el Eros como una “Locura divina”, es decir, una relación entre el amor y lo divino, dijo el difunto Papa Benedicto XVI al respecto, “el amor promete infinidad, eternidad, una realidad más grande y completamente distinta de nuestra existencia cotidiana. Pero, al mismo tiempo, se constata que el camino para lograr esta meta no consiste simplemente en dejarse dominar por el instinto. Hace falta una purificación y maduración, que incluyen también la renuncia. Esto no es rechazar el eros ni «envenenarlo», sino sanearlo para que alcance su verdadera grandeza”.
La verdadera grandeza del Eros no es hacer del cuerpo un objeto, como pretenden lo artistas de los géneros mencionados precedentemente, sino que, el eros supere el egoísmo y logre volverse también, ágape, es decir, el amor que tiene el carácter de entrega total por el otro, no por el cuerpo del otro, sino por la humanidad y dignidad del otro, a ejemplo de Jesucristo. La Iglesia nunca ha prohibido el tener relaciones sexuales, simplemente quiere evitar enfermedades como el VIH, los abortos o asesinatos de inocentes, etc., sugiriendo que es mejor entregarse completamente en cuerpo y alma a esa persona con quien se va a vivir el resto de la vida hasta que la muerte los separe, es decir, hasta el matrimonio y no con cualquiera y menos por exclusivo placer, que ve en el otro, a un objeto y no a un ser humano.
Al cierre de esta segunda entrega, la frase de Ricardo Rodulfo: “el sexo se ha vuelto tan fácil, que el amor se ha vuelto difícil”.
Maicol Adrian Castro