EDITORIAL
Como un duro golpe contra un muro es el golpe de la sociedad actual contra la corrupción, que cunde a muchos y se los lleva a casi todos por el camino. Este también es el escenario de la política venezolana que cada día muestra no sólo a dos adversarios, son múltiples contendientes buscando premio sin importar la manera de conseguirlo.
En Venezuela además del partido de gobierno que ha fracasado en sus políticas socialistas, también hay una oposición que tienen oposición en sus mismas filas. Todos quieren el poder, aunque sea una tajada, por ello nos les importa traicionar, tener sus propios intereses, y olvidarse de pueblo que sufre. ¿Hay realmente en este país líderes políticos que piensen en el bien común?
Ciertamente hay líderes, así mismo hay políticos, pero se busca entre ello aquel que sabe identificar el bien necesario para un país, y no sólo para su parcialidad ideológica, o intereses económicos o de status social. La respuesta de los políticos en los últimos días a un supuesto dialogo con fracciones minoritarias de la oposición es un hecho bochornoso para quienes confiaron en ellos, como opción para garantizar una salida de la crisis que vive el país.
“Así es la política”, cualquiera podría decir. Sin embargo, no es un modelo al que nos debamos acostumbrar, es una mentalidad que también hay que erradicar. Las élites quieren permanecer en el poder, y así los grandes problemas de la población también continuarán. Es fácil identifica al corrupto, simplemente se preocupa por aquello que le conviene.
En la primera lectura de la misa de este domingo, XXV de Tiempo Ordinario, el profeta Amos (8, 4-7) presenta como razona el corrupto: «¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el grano, y el sábado, para abrir los sacos de cereal – reduciendo el peso y aumentando el precio, y modificando las balanzas con engaño -, para comprar al indigente por plata, y al pobre por un par de sandalias, para vender hasta el salvado del grano?».
La ruleta de la política seguirá rodando, mientras la Oposición sea oposición de sí misma y el Oficialismo insista en mantenerse en el poder, el perdedor seguirá siendo el pueblo. Con este juego la responsabilidad del sujeto social es importante: ejercer su derecho, cumplir sus deberes, exigir a sus representantes políticos coherentes respuestas al margen de la corrupción.
El Evangelio nos recuerda que «el que es fiel en lo poco, también es fiel en lo mucho, y el que es deshonesto en lo poco, también es deshonesto en lo mucho» (Lc 16, 10), es una tarea de todos vivir la fidelidad en lo que nos corresponde es la mejor manera de erradicar la corrupción de todos los ambientes.
Pbro. Johan Pacheco
Director de Diario Católico