Primera lectura
Lectura del libro de la Sabiduría 6, 12-16
Salmo
Sal 62, 2abc. 2d-4. 5-6. 7-8 R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 4, 13-18
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Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes. Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: “¡Qué llega el esposo, salid a su encuentro!”. Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”. Pero las prudentes contestaron: “Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”. Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo: “Señor, señor, ábrenos”. Pero él respondió: “En verdad os digo que no os conozco”. Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».
La lámpara de la fe
Las vírgenes necias son la imagen de aquellos que no han vivido la vida contemplando lo eterno, sino en aquello pasajero, efímero, sólo la emoción del momento. Tal vez nosotros corremos el riesgo de caer en el error de pensar que una vez encendida la lámpara del Fe, todo va automáticamente y sin fatiga alguna. Jesús nos dice que las lámparas pueden apagarse. Ante ello, ¿qué debemos hacer? Ante todo, debemos vigilar, no esperando de manera pasiva, sino comprometiéndose con creatividad, ingenio y convicción, yendo más allá del temor al juicio final, ya que somos conscientes del gozo que el Señor da a quienes lo acogen con el corazón y la propia vida.
Es por ello que debemos alimentar continuamente el aceite de nuestra lámpara de la Fe, renovándolo cada día, en las situaciones que se nos presentan y que debemos enfrentar. En segundo lugar, debemos dejarnos alimentar del espíritu de amor, para ser esas lámparas que están a la espera del esposo.
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Es el amor que se abre a los demás, de manera recíproca y sincera. La lámpara con aceite se identifica con nuestra vida, que va más allá de una adhesión falsa a las cosas del mundo para llegar a enamorarse de la verdad que nos transmite Cristo, presente en la historia del hombre de hoy, de los pobres y excluidos, de todo aquello que conforma la vida cotidiana. ¿Nutrimos de Dios nuestra vida? ¿Somos auténticos ante el llamado de Dios que viene a nuestro encuentro? Reflexionemos y pensemos en cómo está nuestra lámpara y cuál es el camino que recorremos para alimentarla de verdad.
El Papa Francisco nos dice: «La lámpara, cuando comienza a debilitarse, tenemos que recargar la batería. ¿Cuál es el aceite del cristiano? ¿Cuál es la batería del cristiano para producir la luz? Sencillamente la oración. Tú puedes hacer muchas cosas, muchas obras, incluso obras de misericordia, puedes hacer muchas cosas grandes por la Iglesia – una universidad católica, un colegio, un hospital…-, e incluso te harán un monumento de bienhechor de la Iglesia, pero si no rezas todo esto no aportará luz. Cuántas obras se convierten en algo oscuro, por falta de luz, por falta de oración de corazón».
La Virgen, ejemplo para todos
Nuestra Madre de Cielo, María Santísima, nos enseña el camino de la prudencia, de la sabiduría y de la previsión. Ella, con su ejemplo, nos indica que debemos ser humildes y reconocer que Dios es quien da la fuerza para que la luz de nuestro corazón nunca se apague. Seamos testigos y misioneros que estamos dispuestos cada día a recargar la lámpara de la Fe. Así sea.
Pbro. José Lucio León