Cada 28 de enero la Iglesia celebra a Santo Tomás de Aquino, patrono de los estudiantes, insigne filósofo y teólogo, autor de la monumental Summa Teológica -el compendio de teología más sólido e influyente de la historia-. Su pensamiento, gracias a su espíritu acucioso y su amor por la Verdad, sentó las bases de lo que hoy entendemos por Teología, marcando para siempre el derrotero del diálogo entre la fe y razón, entre teología y filosofía.
Santo Tomás de Aquino nació en Roccasecca, cerca de Aquino, en Nápoles, en 1225. Realizó sus primeros estudios con los benedictinos en Montecassino, cerca al castillo donde vivía con sus padres. El siguiente paso fue la Universidad de Nápoles, donde destacó por su inteligencia y agudeza.
Al conocer a la naciente Orden de Predicadores, decide vincularse a esta a pesar de la férrea oposición de su familia. Considerando las circunstancias decide huir rumbo a Alemania, pero en el camino es apresado por sus propios hermanos quienes lo encierran en el castillo de Roccasecca. Allí permaneció prisionero por dos años, tiempo que aprovechó para estudiar Biblia y Teología.
Sus hermanos, al ver que Tomás no desistía en el propósito de ser religioso, envían a su celda una prostituta con el objeto de hacerlo pecar y quebrar su voluntad. El santo, sin embargo, se resistió a ser seducido y expulsó a la mujer con un tizón encendido en la mano.
Como Tomás fue finalmente liberado se trasladó a Colonia, Alemania, donde conoció a San Alberto Magno y se unió al grupo de quienes estudiaban con él. Sus compañeros lo tomaron por tonto al verlo robusto pero silencioso y tímido. Lo apodaron “el buey mudo”. Pero cierto día un compañero le pidió sus apuntes y se los entregó a San Alberto, quien dijo: «Ustedes lo llaman el buey mudo, pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero». No obstante, lo que más destacaba en Tomás era su corazón lleno de devoción. Solía pasar mucho tiempo en oración y cultivaba un gran amor a la Eucaristía.
El joven Santo Tomás se graduó como doctor de teología en la Universidad de París y a sus cortos 27 años ya era maestro.
En cuatro años escribió “la Summa Teológica”, su obra maestra, compuesta de 14 tomos, un texto que se convertiría, siglos más tarde, en uno de los principales textos consultados durante el Concilio de Trento.
Compuso el “Pange Lingua” y el “Tantum ergo”, así como otros cantos eucarísticos incorporados a la tradición litúrgica que llega hasta hoy. Se trató de un encargo hecho por el Papa para la fiesta del Corpus Christi. Asimismo, su devoción a la Virgen era tal que en sus cuadernos escribía “Dios te salve María” y compuso un tratado sobre el Ave María.
Señala la tradición que Jesucristo se le apareció y le dijo: «Tomás, has hablado bien de mí. ¿Qué quieres a cambio?» Santo Tomás respondió: «Señor: lo único que yo quiero es amarte, amarte mucho, y agradarte cada vez más».
Al final de sus días fue enviado por el Sumo Pontífice al Concilio de Lyon, pero enfermó en el camino. Fue recibido en el monasterio cisterciense de Fosanova donde permaneció hasta su muerte. Agonizante recinió la Eucaristía y pronunció estas palabras: «Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que pagaste con tu sangre el precio de la redención de mi alma. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia Católica, de quien me profeso hijo obediente».
Partió a la Casa del Padre el 7 de marzo de 1274 a los 49 años. Su cuerpo fue llevado a la Catedral de Toulouse el 28 de enero del año siguiente. Fue declarado Doctor de la Iglesia en 1567.