Deseo compartir una brevísima reflexión acerca de esta preparación que estoy viviendo en estos días al ser nombrado el VI Obispo de la Diócesis de San Cristóbal inspirada en el texto del Libro del Éxodo en el capítulo 3, versículo 5, cuando Dios habla a Moisés en la zarza ardiente y Él dice: “No te acerques aquí quítate las sandalias que llevas puestas porque el lugar que pisas es suelo sagrado”.
Este texto me ha hecho pensar profundamente en esta preparación para dirigir mi atención, mi mirada como pastor, para asumir esta responsabilidad de ser quien acompañe al pueblo de Dios que peregrina en San Cristóbal y pensando en este texto y pidiendo realmente al Señor que me ilumine verdaderamente y que sea Él el protagonista, el que lleva adelante esta misión pues me inspiré y me iluminó y me lleva a reflexionar lo que significa el acercarme a este misterio de esta vocación de la cual he sido llamado como pastor en una actitud de reverencia.
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Dios le pide a Moisés “no te acerques aquí”, el hecho de no acercarse es como diciéndole detente, reflexiona, piensa, hazte consciente de la misión que te encomiendo viene de Dios y como viene de Dios es una inspiración divina y como viene de Dios reconocer esa presencia como aquella que ha caminado en la Diócesis de San Cristóbal por más de 102 años a través de sus pastores, de sus ministros ordenados, laicos comprometidos y a través de diferentes maneras como Dios se ha ido revelando al santo pueblo de Dios que vive allí en esta porción de la Iglesia venezolana.
Hay una exigencia de parte del Señor que contempla que Dios acontece en esta realidad, en esta Diócesis andina (…) Un segundo elemento que considero importante es la condición, el Señor le pide a Moisés “quitarse las sandalias que llevas puestas”, el Señor de una u otra manera, delante de esta misión de Moisés como pastor acompañando a estas ovejas allí en el monte Horeb, pues yo también acompañando a las ovejas aquí en Caracas en la porción que me correspondía acompañar, pues también me pide el Señor “quítate las sandalias que llevas puestas”, entra con los pies en esa tierra santa, en esa tierra sagrada que es la tierra tachirense, en esa Diócesis que es tierra sagrada porque allí el Señor ya ha acontecido y seguirá aconteciendo en la vida de nuestra gente en las diferentes manifestaciones de fe, de compromiso que tiene nuestra gente y sobre todo el quitarme las sandalias de todo aquello que no me permitirá volver a nacer y caminar tocando con mis propios pies, haciéndome también, ensuciándome los pies de esa tierra donde el Señor me está enviando para desde allí nacer, volver otra vez a caminar y volver a continuar a experimentar lo que el Señor me quiere mostrar.
Quitarse las sandalias es quitarse los prejuicios y es quitarse todo aquello que obstaculiza, descubrir la novedad de Dios en el acontecer de la Iglesia tachirense, es quitarme los conceptos preconcebidos, es quitarme los prejuicios, es quitar todo aquello que no permite entender, percibir la acción de Dios, la acción del espíritu que sigue aconteciendo en la vida de la Iglesia, en la vida de la sociedad, en la vida de las familias, en la vida de todos los hombres y mujeres de buena voluntad que peregrinan allí en el Táchira.
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Es un imperativo el Señor me dice “quítate las sandalias”, camina a pie descalzo, déjate transformar por esa realidad que vas a encontrar y claramente viene como el tercer elemento porque “el lugar que pisas es suelo sagrado”, verdaderamente me interpela, el lugar que voy a pisar, el lugar que voy a acompañar, el lugar que el Señor me está colocando en las manos, es lugar sagrado, porque allí el acontecer de Dios está presente en cada niño, en cada familia, en cada papá, en cada mamá, en cada profesional, en cada presbítero, en cada religioso, en cada religiosa, en cada laico comprometido, en cada situación que clama precisamente por ser acompañado, por ser sostenido y todo esto claramente con una espiritualidad de la diocesanidad que significa que estamos todos compartiendo una misión y esa misión la hacemos como presbíteros, como consagrados, como vida consagrada, como laicos comprometidos.
Por eso verdaderamente en estos días me lleva a reflexionar sobre esta experiencia, quitarme las sandalias, entrar a pie desnudo o a pie descalzo, para percibir el calor, el frío, para percibir la suavidad pero también la aridez, la dureza de esa tierra sagrada que me está invitando a ser acompañada, a escuchar el grito de tantos hombres y mujeres que peregrinan allí en esta tierra de gracia y, desde aquí, desde Puerto Rico en esta celebración del VI Congreso Misionero Americano, pues también es como un despertar a la misionalidad de la Iglesia particular, en este caso de la Iglesia del Táchira a abrir el corazón, a ensanchar ese corazón, a reconocer ese aspecto de ser un pueblo consagrado, un pueblo sacerdotal, un pueblo profético, un pueblo real, un pueblo misionero que claramente está llamado a salir de sí para descubrir con los pies descalzos el acontecer de Dios en la historia y en la vida y en la realidades distintas de nuestra Iglesia tachirense.