Para alcanzar la vida eterna es necesario reafirmar cada vez más nuestra fe. Ella es la morada en la que todos y cada uno de nosotros vivimos en el tiempo y en la eternidad. Cada día es una oportunidad para luchar y vivir en la justicia y tras ella, es el momento para levantar nuestra mirada a Dios y con piedad sincera seamos testimonio de vida con caridad, paciencia y dulzura (segunda lectura).
Todo ello nos ayudará a vivir la verdadera fe, no una confianza falsa en el culto y en la misma religión olvidando el sentido verdadero del amor a Dios (primera lectura), tampoco una veneración exagerada en pseudo-doctrinas que nada tienen que ver con la vida en Dios, en conclusión: la eternidad está asegurada para aquellos que viven una vida de fe, que actúa por medio de la caridad y no se deja llevar por la avaricia…
LÁZARO ESTÁ AHÍ…
El tiempo es un tesoro, una riqueza. En la lectura del evangelio se hace evidente una situación social particular: la vida de opulencia del rico y la sencillez del pobre Lázaro. El primero se jacta de poseer, de ser quien tiene el poder, dedica tiempo a descansar y a pasarla bien. El segundo tiene una condición indigente, no posee nada material, se conforma con lo que cae de la mesa del rico, no se queja.
En ambos casos se denota el problema de una condición social pero más allá de eso, se evidencia el juicio de Dios en el tiempo y en la eternidad sobre la actitud tomada ante la riqueza y la pobreza. Diariamente encontramos personas pidiendo ayuda económica, mendigando un pedazo de pan, durmiendo en la calle; gente sin esperanza, sin vivienda, sin nada; aquellos que son víctimas de la situación que se está viviendo ante la desesperanza y el desfallecimiento, sintiendo impotencia y miedo… podemos entonces afirmar: me encontré con el pobre Lázaro.
Al respecto surge una pregunta entre las tantas que pudiésemos realizar: ¿nos sentimos seguros de lo que poseemos? ¿damos el primer lugar a las cosas materiales dejando de lado la actitud honesta y sincera ante Dios? Recordemos que Lázaro está en medio de nosotros, Lázaro vive en nuestro entorno, clama al cielo para que en la tierra, el corazón del hombre sea dócil y pueda ser testigo del amor de Dios.
MARÍA, EJEMPLO DE HUMILDAD…
El camino de la fe es guiado por María, madre de la humildad. Ella nos lleva de la mano a Jesús y nos enseña que la verdadera riqueza está en aceptar la voluntad de Dios, en decir sí, en confiar plenamente en los planes que Él tiene para con nosotros y que nos lleva a la felicidad plena. Así sea.