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Mensaje de Cuaresma del Obispo de San Cristóbal en Venezuela

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MENSAJE DE CUARESMA AL PUEBLO DE DIOS

Y PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD EN EL TÁCHIRA – VENEZUELA

 

El Señor siga manifestando su santidad entre Ustedes

 y les infunda un espíritu nuevo (cf. Ezeq. 36,23.26)

 

1.-  Con mi cariñoso saludo de pastor, me dirijo a todos ustedes, al comenzar la Cuaresma de este año 2020, tiempo propicio para prepararnos a la celebración de la PASCUA del Señor Jesús. Para ello, debemos intensificar nuestra oración, con el ayuno, la caridad, y centrándonos en la Palabra de Dios. Con la Eucaristía y el sacramento de la Reconciliación podremos experimentar la acción del Señor y así renovarnos y reafirmar nuestra vida de hijos de Dios con el cumplimiento del mandamiento del amor fraterno.

 

  1. SOMOS EMBAJADORES DE CRISTO.

2.- Según lo programado en el Plan Trienal de nuestra Diócesis, en preparación al primer centenario de su creación, durante este año 2020 estamos asumiendo lo que el Papa Francisco ha indicado: hacer de la nuestra UNA IGLESIA EN SALIDA. Se trata de la dimensión misionera de nuestra Diócesis: nos preocupa la asistencia a los más alejados, a aquellos que apenas habrán oído escuchar de Dios y del Evangelio y a quienes parecen haber roto con Dios y la Iglesia. Más aún, en vista a próximos y futuros compromisos misioneros, también nos corresponde ir a las periferias existenciales en nuestra región, tan golpeada por la crisis profunda que atraviesa nuestra nación venezolana. Somos “embajadores de Cristo” (2 Cor 5,20) por lo cual, cada uno de nosotros y cada comunidad eclesial estamos convocados a “salir” evangelizadoramente al encuentro de todos sin excepción de ningún tipo.

3.- Es urgente que nuestra “salida misionera” nos lleve a anunciar a Jesús, el Cristo, como el auténtico liberador de la humanidad. Dicha salida no puede considerarse como un simple “operativo pastoral”. Hemos de hacer el llamado a seguir a Jesús y su Evangelio. Por tanto, ir a encontrarnos con todos, cercanos y alejados, para hablarles de Jesús, de su Verdad, de sus principios y valores con la fuerza transformadora de la Palabra viva de Dios. Y, al hacerlo, convocarlos a que se unan a nosotros como Iglesia, Luz de las naciones y Sacramento de salvación: entonces, además de celebrar los misterios de la fe, podremos experimentar el amor de comunión, reafirmar nuestra conciencia del compromiso social y ser levadura de solidaridad y fraternidad, al estilo de los primeros cristianos que todo lo ponían en común y nadie pasaba necesidad de ningún tipo.

4.- Se requiere aceptar la invitación de Jesús a convertirnos y creer en el Evangelio. Sólo desde esa experiencia podremos animar a otros hermanos a decidirse a entrar en ese ámbito de la conversión para sentir la transformación del amor de Dios en sus corazones: muchos tienen que dejar a un lado el pecado del mundo manifestado en la corrupción, el comercio de muerte del narcotráfico y la prostitución, todo tipo de violencia, la trata de personas, el contrabando y el menosprecio de la dignidad humana con todas sus consecuencias. Pero también tenemos que hacer sentir a los mediocres y conformistas, a quienes están con falsas esperanzas y a quienes se valen de la situación de crisis para especular y explotar a los demás, la urgente necesidad de cambiar de actitud.

 

  1. CONVOCAR AL PUEBLO.

5.- En esa “salida misionera” hacemos nuestra la propuesta del Apóstol Pablo: “En nombre de Cristo les pedimos que se dejen reconciliar con Dios”. Nos vamos a conseguir con muchas personas que han roto con Dios, o han sido inducidas a ello. Con misericordia y comprensión, nuestra invitación debe acompañarlos para que experimenten la misericordia de un Dios lleno de amor quien los recibe como al hijo pródigo de la parábola. Como miembros de una Iglesia que vive la encarnación del Hijo de Dios, estamos al lado del pueblo para compartir sus gozos y esperanzas, así como sus angustias y dificultades. Siempre haciéndole sentir que es protagonista de su quehacer y de la edificación del Reino de Dios, que lo es de justicia, paz, libertad y amor.

6.- A través de nuestro servicio evangelizador, la gente debe sentir el “celo de Dios” por la humanidad. Es decir, su real preocupación, como nos lo enseñó el Divino Maestro: tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo para salvarlo y no para condenarlo (Cf. Jn 3, 16-17). La Iglesia existe para anunciar la salvación y también para ser instrumento de la liberación de la humanidad de aquello que le oprime, es decir, el pecado del mundo.

7.- Por eso, se empeña en promover la auténtica renovación que tiene sus efectos en la edificación de una sociedad justa y libre, donde todos se sientan de verdad hermanos. Nos renovamos, renovando a los demás. No importan los riesgos que haya que correr: dicha renovación conlleva estar al lado de los más pequeños, excluidos y de quienes sufren, cualquiera que sea su condición social. No importan las incomprensiones y los ataques, las ofensas y los desprecios… porque sabemos en quién ponemos nuestra confianza, Jesucristo el Señor. Durante esta Cuaresma, saliendo al encuentro de los demás, manifestaremos cuál es el verdadero interés de la Iglesia, que no es de corte político ni económico, sino humanizante por ser también portador de gracia, perdón, amor… con ello renovamos la presencia liberadora de Dios en la historia

 

III.           NO ECHAR LA GRACIA EN SACO ROTO.

8.- No podemos darnos el lujo de perder la ocasión que el Señor nos brinda (kairós). Cada día sentimos la insistencia del Apóstol: “ahora es el tiempo favorable; hoy es el día de la salvación” (2Cor 6,2). Por eso, debemos aprovechar al máximo este tiempo de Cuaresma: desde nuestra renovación interior ayudar a los demás a asumir la invitación que Jesús les hace de seguirlo a Él y cambiar de vida para entrar en el permanente camino de la novedad de vida (cf. Rom. 6,4)

9.- Como lo hemos señalado a nuestros hermanos presbíteros y a muchos agentes de pastoral, debemos hacer un gesto concreto para mostrar el compromiso de una “Iglesia en salida”: pedimos a todos los párrocos, a los superiores religiosos, a los responsables de servicios eclesiales y grupos de apostolado, organizar jornadas de atención misionera y evangelizadora en aquellos lugares donde sea más conveniente o donde no exista una atención pastoral (nuevos barrios, nuevos grupos de personas, etc.). Desde la Vicaría de Pastoral se darán algunas pautas y algunos lineamientos a fin de cumplir con esta tarea cuaresmal y pascual que nos proponemos. Los invito a todos a no sentir temores, sino abrir nuestros corazones para dejarnos conducir por el Espíritu del Señor en esta “salida misionera” de nuestra querida Iglesia de San Cristóbal.

10.- Nos acompañan, la maternal protección de María del Táchira, Nuestra Señora de la Consolación. Junto a ella, contamos con la fortaleza de los brazos amorosos del Santo de la Grita, el del Rostro Sereno. ¡ANIMO Y ADELANTE EN EL NOMBRE DEL SEÑOR!

 

Con mi bendición,

 

+MARIO DEL VALLE, OBISPO DE SAN CRISTÓBAL.

 

San Cristóbal, 26 de febrero, Miércoles de Ceniza, Inicio de la Cuaresma 2020.

 

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