En Japón, la Santísima Virgen es venerada en la advocación de Nuestra Señora de Akita. Está representada en una estatua de madera tallada en 1963 por un artesano local. Presenta a María de pie sobre un globo terráqueo frente a una cruz.
La devoción en torno a esta advocación está relacionada con posibles apariciones de la Madre Celestial a la religiosa Agnes Katsuko Sasagawa en la zona de Yuzawadai, cerca de Akita, Japón. Los mensajes de la Virgen insisten, como en Fátima, en el rezo del Santo Rosario por la conversión de los pecadores.
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“Muchos hombres en este mundo afligen al Señor. Yo deseo almas que lo consuelen para suavizar la ira del Padre Celestial. Yo deseo, con mi Hijo, almas que repararán con sus sufrimientos y pobreza por los pecadores e ingratos”, le habría dicho la Virgen a Sasagawa. También le advirtió sobre las tentaciones del maligno, especialmente a los sacerdotes y obispos.
Los hechos milagrosos vinculados a la talla y la recuperación de la salud de la Hermana Sasagawa comenzaron en 1973 y desde entonces fomentaron la devoción hacia Nuestra Señora de Akita. En su honor se erigió el santuario mariano Redemptoris Mater (Madre del Redentor); allí se colocó la imagen en 2017.

En 1984, el obispo de Niiiggta, Mons. John Shojiro Ito, autorizó a los fieles de su diócesis, a venerar a Nuestra Señora de Akita, luego de ocho años de investigación, señalando que sus mensajes no contenían “nada contrario a la doctrina o moral católicas”. Su fiesta se celebra el 12 de junio.
Ana Leticia Zambrano