La advocación de María como Nuestra Señora de la Consolación está vinculada a la orden de los Agustinos. La tradición señala que Santa Mónica, la madre de San Agustín oraba incesantemente por la conversión de su hijo. Cuando falleció el padre de Agustín, María Santísima se le apareció vestida de negro, a la cintura una correa, también negra. Le pidió a Mónica que utilizara un atuendo similar. Más adelante ocurrió la conversión del santo y doctor de la Iglesia. Desde entonces, María, madre Consoladora es la patrona de la orden.
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En el año 1560, dos frailes Agustinos venidos de España trajeron a Táriba, desde San Cristóbal, una tabla con la imagen de Nuestra Señora de la Consolación. Entonces se construyó una ermita, donde la veneraban. Cuando los Agustinos debieron establecerse en San Cristóbal, la tabilla con la imagen fue guardada por una aborigen de los Táriba. Con el pasar de los años, la imagen se fue deteriorando, por lo que fue dejada en un depósito.

Tiempo después, unos niños tomaron la tabla para jugar. La señora de la casa donde estaba la tabla se percató de que en esa madera había estado una imagen de la Virgen y se las quitó para evitar que la dañaran. Devolvió la tabla al almacén y por la noche observaron un resplandor que provenía del depósito.
Toda la aldea notó la luz que radiaba, en ese momento es cuando se restaura la pintura. Esto ocurrió el 15 de agosto del año 1600. Desde entonces, ese día, que coincide con la memoria litúrgica de la Asunción de María al cielo en cuerpo y alma, se celebra en Táriba la fiesta de Nuestra Señora de la Consolación.

La devoción se extendió por todo el estado Táchira y constituye, junto con la veneración del Santo Cristo La Grita, la talla del rostro sereno, el ícono de la fe católica del estado andino. Los favores y milagros son incontables. Hay registro de muchos en los libros históricos de la Basílica de Táriba. Diariamente, peregrinos de todas partes llegan al templo para saludar y agradecer la intercesión de la Madre de Dios en favor de sus necesidades.
Oración a Nuestra Señora de la Consolación
Oh! Virgen Santísima de La Consolación,
que tu maternal bendición esté sobre nosotros,
en el día, en la noche, en el trabajo, en el descanso,
en la salud, en la enfermedad,
en la vida, en la muerte, en el tiempo y en la eternidad.
Santísima Virgen María, madre y abogada nuestra,
no permitas que te ofendamos en este día
y para eso danos tu santa bendición.
En el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Virgen de la Consolación,
ayúdanos a perseverar en nuestra santa religión,
y danos muchos y santos sacerdotes,
para que el reino de tu divino Hijo
perdure entre nosotros. Amén