En el Centenario de la Diócesis de San Cristóbal. Hermanitas de Los Pobres.
Por: Mgs. Rita Coromoto Sánchez de Rosales.
La aventura evangelizadora en la salud comenzó en Maiquetia, Estado la Guaira, en el año 1888, cuando el país de Venezuela se encontraba en una situación de pandemia por la enfermedad de la tuberculosis, que debido al alto número de personas contaminadas, eran llevadas y dejadas en la playa al lado del mar, con la esperanza de que al recibir el aire marino pudieran presentar alguna mejoría de la salud.
El Padre Santiago Machado, como Párroco de la Parroquia San Sebastián de Maiquetía, le correspondía administrar los sacramentos a los enfermos de los barrios más pobres, muchos vivian en miseros ranchos y sin camas, el Padre Machado buscaba al carpintero para que construyera catres a los enfermos; a los que estaban a la intemperie o bajo los aleros de las casas les alquilaba habitaciones en los diferentes barrios para que se alojaran, luego, llamaba al médico para que los diagnostica, se llevaba la receta para conseguir las medicinas[1]; buscaba damas para que colaboraran con los cuidados a domicilio y el suministro de las comidas; de esa manera y con la vivencia de su carisma, este santo varon, ya proyectaba las salas del Hospital San José de Maiquetía y lo grande y fructífera que sería su obra por el mundo.
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Exactamente hace ciento treinta y cuatro años (134), el Padre Machado y la Madre Emilia, fundan la Congregación Hermanitas de los Pobres de Maiquetía[2]. Es en aquel entonces cuando empieza a agregarse a esta obra un sinfín de mujeres, en su mayoría, anónimas, sólo les bastaba la convicción del Lema Común “Todo por Jesús” para sigilosamente abrazar el carisma del amor a los más débiles y cual samaritanas sin nombre, se acercan, se inclinan, curan y consuelan al enfermo más carente de recursos y de ayuda.
Este carisma cargado de amor y de entrega, ondeó su vuelo desde Maiquetía y llegó a Táriba, La Perla del Torbes, Estado Táchira. Mons. Tomás Antonio San Miguel, primer Obispo de la Diócesis, había tramitado la petición ante el Gobierno General de la Congregación de las Hermanitas de los Pobres para que el Hospital San Antonio de Táriba, fuera regentado por religiosas, esto, ante la inminente retirada de las Siervas de la Sagrada Familia que por 26 años ejercieron la administración y dirección del hospicio.
Fue el 26 de febrero de 1925, cuando un grupo de hijas del Padre Machado y de Madre Emilia hacen su entrada triunfal a Táriba[3]. Fueron recibidas por el Obispo de la Diocesis, el clero, autoridades civiles, municipales, asociaciones, estudiantes y el pueblo en general, se congregaron en la esquina de la calle Bolivar y Campo Elias[4], hubo eventos como la banda de música, quema de polvora, discursos de orden, celebración eucarística, entre otros. Un gran evento para dar la bienvenida a las religiosas de Maiquetía.
Desde el Hospital San Antonio de Táriba, el carisma y la evangelización, a través de las hermanitas, se extiende a lo largo y ancho del territorio tachirense llevando el amor de Dios a los más necesitados de salud y de saber.
Primera Comunidad Religiosa del Hospital San Antonio de Táriba 26 de febrero de 1925
La primera Comunidad Religiosa del Hospital San Antonio de Táriba fue constituida por la Hna Adriana de San José (Primera Superiora), las Hermanas: Mercedes, Filomena, Margarita Maria, Consuelo y Paulina, todas con el segundo nombre de San José]. Este grupo de religiosas, llenas de un profundo anhelo de servir a los enfermos, venían al Táchira conscientes de ser apóstoles al estilo de Jesús que, “pasó haciendo el bien, curando a los enfermos, atendiendo al huérfano y a la viuda, haciendo justicia a los oprimidos y proclamando la Buena Nueva a los Pobres”. ( Lc 4,18-19).
Reciben el hospital y marcan desde el primer momento, un ritmo de trabajo impregnado por las virtudes de servicio y laboriosidad; reparan las filtraciones de la infraestructura de la casona[6]; va apareciendo una nueva visión de mejorar los servicios hospitalarios, son mujeres trasnportadoras del espiritu del Buen Samaritano de ponerse en la piel del otro, revestidas de las virtudes de comprensión, sencillez, disponibilidad, hospitalidad, alegría y a través del amor, van despertando en los colaboradores las reservas dormidas del altruismo cristiano[7] y dan inicio a una nueva etapa del hospital marcando el espíritu del Padre Machado y de Madre Emilia de san José.
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CONTINUARÁ…