La vocación sacerdotal es, para la mayoría de los tachirenses, como algo exclusivo para personas humildes o bastante cercanas a la Iglesia, pero realmente es la invitación del Señor a “hombres de toda raza, pueblo y nación” (Ap 5,9)
Ángel Palomino
@angelxl-pc
Unos jóvenes seminaristas diocesanos, cursantes del primer año del discipulado, expresaron, por medio de su historia vocacional, que la llamada de Dios es un llamado de amor desinteresado.
Diego Jáuregui, de treinta años de edad, describió que su llamado viene desde la niñez, pero en su entorno -especialmente su ambiente familiar- encontró múltiples situaciones difíciles, lo que dio cabida a “llevar ese anhelo a un segundo plano”, hasta el punto de olvidar ese “sígueme” tan único. Luego de varios años, la vida de Diego fue encontrando salida a la mayoría de inconvenientes que vivió, pero en su vida personal sentía un profundo vacío, sólo las palabras de un sacerdote le volvieron a dar sentido a su existencia: “no estás donde tu corazón quiere estar”. Gracias a eso se motivó nuevamente y ahora siendo seminarista manifestó: “mi vocación es una aventura”.
Desde otra perspectiva.
El seminarista Simón Urbina denominó su llamamiento como una “entrega”, por lo que su marco vocacional lo describe como un “ambiente espiritual-laical”, pues estuvo prestando servicio en una hermandad misionera, Los Misioneros de la Reconciliación, de ellos recibió un gran apoyo, un apoyo cercano, pero, previo a dar el paso, se detuvo a pensar lo difícil que sería dejar lo que estaba a su alrededor, lo que formó: “familia, amigos y, en especial, cosas materiales”, precisó. Ahora, Simón dio ese salto de fe hacia aquel camino lleno de sorpresas, llamado vocación.
Con este panorama vocacional, descrito por los dos jóvenes tachirenses, demostraron un mismo llamado, aunque con polos opuestos en su entorno de origen -uno más complejo, otro más sencillo- pero lo que tiene más impacto son los problemas u obstáculos para que den ese si al Señor.
Una de las causas que llevan al pensamiento de exclusividad a la llamada sacerdotal es el apego a las cosas dadas por el mundo, y las personas que le rodean, sin recordar aquellas palabras de La Sagrada escritura: “yo cuidaré de ti, y nada te faltará” (Gen 45,11); “recibirá cien veces más en la presente vida en casas, hermanos, hermanas, madre, padre…” (Mc 10,30).
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Ahora queda la invitación -a todos los jóvenes que tienen inquietud a la vida sacerdotal- de lanzarse al descubrir con certeza si la vocación sacerdotal es aquella a la que Jesucristo lo invita para que en esta vida pueda cuidar y guiar a su rebaño, sus “ovejas” (Jn 21,17).
Consta de lanzarse sin pensarlo dos veces, un apostarlo todo. « ¡Juéguense la vida por grandes ideales!» (Papa Francisco).
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