Los montes y los confines de la tierra, el silencio y la música, las palabras y “La Palabra”, las tinieblas y la luz constituyen el trasfondo de las lecturas bíblicas de la celebración de la Natividad del Señor. En primer plano, el niño, con su encanto y su fragilidad, su misterio y su destino. Es por ello, que los símbolos, cuando son utilizados convenientemente, proporcionan una profundidad que no siempre las palabras son capaces de alcanzar.
Los pies
El primer símbolo, tomado de la lectura de Isaías (Is 52,7-10), son los pies: “qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que proclama la paz, que anuncia la buena noticia”. El profeta se fija en la hermosura de los pies ¡qué locura! Nadie dice “¡qué pies más bonitos tienes!”. Los pies tienen un carácter funcional, es decir, nos conducen hacia al lugar al que queremos ir, ejecutando las órdenes dadas por el cerebro y, a veces, por el corazón.
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Los pies están en contacto con la tierra, con el fango, con el mundo. Aunque vivamos con los pies en el barro, nadie va a impedirnos levantar los ojos hacia las estrellas.De eso se trata en este día: de ver su estrella en Oriente y caminar hasta adorarle; de ver la estrella y llenarse de inmensa alegría (cf. Mt 2,2.10).
Por todo eso, los pies son hermosos, porque nos conducen al lugar donde las rodillas besan el suelo; el corazón se postra; la Buena Noticia tiene gesto de Bondad, cara de Paz y rostro de Niño.
Los pies son el símbolo del camino, y la hermosura de los pies estriba en la belleza del mensaje: la paz y la buena noticia. Cómo Diócesis de San Cristóbal hemos iniciado un III Sínodo que nos invita a Encarnar esto que les transmito: caminar juntos con esperanza de lo que Dios hará aquí y ahora.
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Cuando los pies están cansados es posible seguir caminando con el corazón. Sin duda, con el corazón se pueden recorrer caminos mucho más arduos, escarpados e inhóspitos que con los pies. Por eso qué hermosos son esos pies de los mensajeros, discípulos misioneros, de esta Iglesia Local de San Cristóbal.
La música
La música acompaña a las buenas noticias y el canto, espontáneo u organizado, resuena en los momentos de alegría. La aclamación de los ángeles es presentada como un cántico ante el nacimiento del Hijo de Dios: «apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: ¡Gloria a Dios en el cielo!» (Lc 2,13-14).
La música transmitida con villancicos y aguinaldos durante estos días suenan en tantos hogares, de forma magistral y evangelizadora nos ha acompañado durante estas nueve Misas de Aguinaldo y en las posadas. La música es el símbolo de la esperanza y la alegría por el nacimiento de Jesús. Que no falte nunca la alegría del canto, ni el canto de la esperanza.
La Palabra
El tercer símbolo, no es una palabra, sino “La Palabra”: “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios” (Jn 1,1).
Uno de los “secretos” de Dios es no cansarse de comenzar cada día, por eso, una de las claves de la santidad consiste en no cansarnos nunca de estar empezando siempre. Es posible afirmar que los verbos «existir, estar y ser», presentes en el inicio del Cuarto Evangelio, ponen el acento en lo fundamental, esencial y sustancial.
Siguiendo en esta línea de desvelar algunos secretos divinos, la Palabra del prólogo de Juan no es un adorno o una lucecita, sino la desnudez de la Luz; la sencillez de Dios hecho carne; la grandeza de la Gloria del Padre. El secreto de Dios es más bien el Misterio de la Salvación, es decir, tiene tanto de pequeñez, de fragilidad y de Niño como de adoración, de vida y de Dios.
En esta Solemnidad de la Natividad, nuestros hogares cristianos reunidos en el Templo, celebran el Nacimiento del Hijo de Dios; vivimos una noche hermosa; una noche de la perfecta alegría, una noche donde La Palabra viene a ayudarnos a contemplar desde el silencio, como Dios salva a los hombres a través de los hombres: encarnándose asumiendo nuestra débil y frágil humanidad para que con sus gestos y palabras seamos hombres y mujeres de bendición (bien hablar de los demás) y bienhechores (el bien hecho a los demás) para con todos los que nos encontremos en el camino de nuestra historia personal y comunitaria.
Que todos sigamos caminando con pies de mensajeros, con la alegría del canto de nuestro testimonio que contagie a otros e iluminados por La Palabra que nos ayuda a discernir lo que Dios quiere de nosotros aquí y ahora con esperanza, a través del encuentro.
Pbro. Jhonny Zambrano