En estos tiempos donde todo parece tan fugaz y rápido, donde pareciera que hay que ir violentamente para alcanzar nuestras metas. Porque si no otros las alcanzan primero que nosotros, se hace evidente y descarada lo que podemos llamar Envidia Histérica, un término que me atrevo acuñar como psicólogo, pues es interesante que más adelante se profundice el origen químico de este conjunto de emociones.
¡LEER MÁS! Sobre: Psicología y catolocismo
La envidia siempre ha sido definida por las religiones como la tristeza que uno siente cuando a otro le va mejor que a mí. Psicológicamente esta sencilla y coloquial definición nos lleva a decir que la envidia entonces es una emoción estimulada por pensamientos negativos automáticos, que más que originarse de mis aspiraciones modeladas viene de mis frustraciones, por no ser lo que siempre he querido ser, pues he fracasado en el logro de esas metas.
Le agregamos la histeria, pues la envidia crece con tal fuerza que se une a la tristeza y a la rabia, al odio y al resentimiento, la reacción del desespero. Este último aparece como un mecanismo de defensa, también automático, que me lleva a despertar desde el subconsciente un odio desmedido hacia aquellos que tienen y han logrado lo que yo siempre he deseado pero no he podido ser.
Al llegar al grado de la histeria, esta envidia desmedida, que agrupa emociones netamente negativas, hace que desde mi cerebro un conjunto de reacciones químicas empiecen a aflorar neurotransmisores que mantendrán el todo de mi ser, cuerpo y espíritu, órganos y hormonas en una constante alerta que me lleva a la enfermedad. Estudios sencillos en las Escuelas de Psicología dejan ver que actitudes asumidas como la envidia nos llevan al Cáncer y a otras enfermedades que aparecen como consecuencia de nuestros pensamientos automáticos negativos.
¡Te puede interesar! Crisis sanitaria y deficiencia de los servicios públicos afectan salud mental de la población
La envidia es tan peligrosa, no solo porque me puede enfermar, sino porque moralmente puedo dañar y llegar a victimizar a gente inocente que no tiene la culpa de mis frustraciones y de mis fracasos. Desde crear chismes, murmuraciones y graves calumnias, desde difundir comentarios mal intencionados, que dañan la buena fama del otro, hasta provocar toma de decisiones que puedan dañar el camino logrado de los que el envidioso ve como exitosos aunque no lo fueran.
Este incendio de emociones se parece al fuego que arde, y no deja de arder, es una cosa que para extinguirse debe trabajarse desde una profunda introspección, descubriendo esos grandes deseos que quedaron anclados en el inconsciente y que sin ayuda de un buen especialista seguirán inhibidos y no se podrán alcanzar. Para las religiones un remedio es la práctica de una virtud cristiana que se llama Generosidad, pero que hay que saberla definir y aprender, para que no se convierta en una apariencia de vida y la envidia siga agazapada en quien sufre por el bien ajeno.
Todos podemos tener secuelas de envidia, pero antes de que se convierta en histeria debemos hacerla consiente y trabajarla, sea desde la religión o desde la psicología, pero debemos apurarnos a desvanecerla para que no seamos parte del grupo de infelices que crece de día en día por sufrir por los demás.
Pbro. Joel Escalante – Psicólogo