Este domingo, nos encontramos con la luz, signo y símbolo del Señor. Así como la luz y el día se oponen a la noche y a las tinieblas; de la misma manera los hijos de la luz (los cristianos) se oponen a los hijos de las tinieblas o hijos de este mundo. La verdadera riqueza está en la fe, la cual sólo la poseen los hijos de la luz, quienes la fortalecen en la oración. Pero…atención: ¡Hay sombras que se presentan en la vida de todos y cada uno de nosotros!
LOS HIJOS DE LA OSCURIDAD ESTÁN AL ACECHO
Quien no está de parte de Dios, busca la forma de alejar cada vez más a los hijos de la luz. La presencia de quien se niega a ser luz, termina aceptándose como algo “común” y/o “normal” en la vida cotidiana. Ello puede dar a entender que “es bueno no ser bueno”; en este sentido, da lo mismo dañar a alguien, puesto que es algo “normal” en el mundo de hoy.
Los hijos de este mundo son sagaces y astutos -en sentido malicioso-, no desean la paz ni el equilibrio, no obran la caridad; prefieren sentirse dueños del mundo y de las conciencias olvidando que quien gobierna es Dios. Los hijos de las tinieblas se presentan con apariencia de sencillos y humildes, disfrazan sus vidas mezquinas con falsos amores y en muchos casos colocan el dios dinero por delante para atrapar víctimas. Dan pena, lástima y tristeza al corazón de Jesús, quien pide al Padre misericordia y piedad para con ellos.
La verdadera luz del hombre es la oración. Quien es cristiano ora por todas las personas y necesidades. El cristiano sabe que esta riqueza tan grande (la oración), le acerca a su salvador y que además es una forma extraordinaria de conseguir el perdón de sus pecados. Quien ora alza al cielo sus manos puras y ofrenda a Dios sus mejores sentimientos, su mejor tesoro.
La Iglesia es una comunidad de creyentes en la cual todos tienen su espacio, y aunque es de todos, ella tiene una particular preferencia por los pobres y excluidos. Hagamos hoy una oración por sus hijos para que nuestro compromiso sea convertirnos en luz para los demás, luz para el mundo pero también y de manera especial, en luz de nuestros propios hogares.
EN UNIÓN CON MARÍA
En este itinerario de fe, María Santísima nuestra madre, nos acompaña e indica el camino a seguir. Ella, madre del amor y maestra de oración, nos enseña a orar, escuchar a Jesús y guardar en nuestro corazón sus palabras y enseñanzas para que seamos testigos del amor de Dios. Así sea.
José Lucio León Duque
joselucio70@gmail.com