Los santos mártires San Cornelio y San Cipriano enfrentaron las herejías fomentadas por sacerdotes y teólogos que asentían que la iglesia católica no tenía las facultades y capacidades para perdonar los pecados, es por ello, que San Cornelio, sumo pontífice en esa época de transformaciones y dictámenes erróneos, defendió y se opuso a esa teoría argumentando que la iglesia puede dar el perdón a aquel pecador que está arrepentido de todo corazón.
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“Víctimas ilustres de la persecución de Valeriano, respectivamente en junio del 253 y el 14 de septiembre del 258, son el Papa Cornelio y Cipriano el obispo de Cartago, cuyas memorias aparecen unidas en los antiguos libros litúrgicos de Roma desde mediados del siglo IV. Su historia, en efecto, se entrelaza, aunque sobresale más la imagen del gran obispo africano.
San Cipriano
Nacido en Cartago (África) en el año 200 comenzó a consolidar su fe al cristianismo a la edad de 40 años luego de recibir la influencia de un sacerdote que se caracterizó por su vocación y entrega (Cecilio).
Luego de ser bautizado San Cipriano se transformó al recibir la fuerza del Espíritu Santo y se consagró al celibato.
“Fue ordenado obispo por aclamación popular, el año 248, al morir el obispo de Cartago. Quiso resistir pero reconoció que Dios le llamaba. «Me parece que Dios ha expresado su voluntad por medio del clamor del pueblo y de la aclamación de los sacerdotes». Fue un gran maestro y predicador”.
San Cornelio
Elegido Papa en el año 251, luego de periodo vacante impuesto ante la persecución cruenta de Decio. Pese a su nombramiento los detractores los acusaron libelático, un señalamiento que forjó una división marcada en la cual una cantidad de obispos africanos, incluyendo a Cipriano, manifestaron el apoyo total a San Cornelio.
Esta situación recrudeció los ataques a los cristianos que culminaron con la captura y posteriormente del santo.
“El emperador Galo confinó al Papa en Civitavecchia, donde murió. Fue enterrado en las catacumbas de Calixto. Cipriano, a su vez, fue relegado en Capo Bon, pero cuando supo que había sido condenado a la pena capital, regresó a Cartago, porque quería dar su testimonio de amor a Cristo frente a toda su grey. Fue decapitado el 14 de septiembre de 258. Los cristianos de Cartago pusieron pañuelos blancos sobre su cabeza para conservarlos, así manchados de sangre, como reliquias preciosas”.
Carlos A. Ramírez B.