San Francisco Solano, nació en Montilla, Andalucía, España el 10 de marzo de 1549 bajo el cobijo de una familia pudiente y noble, fue el tercer hijo de Mateo Sánchez Solano y Ana Jiménez, desde temprana edad se distinguió por ser un amante de la paz, una realidad que se reflejaba en la infinidad de duelos y peleas que impidió con su intervención y su llamado a la tranquilidad y concordia.
“Estudió con los Jesuitas, pero entró a la comunidad Franciscana porque le atraían mucho la pobreza y la vida tan sacrificada de los religiosos de San Francisco. Los primeros años de sacerdocio los dedicó a predicar con gran provecho en el sur de España. Sus sermones no tenían nada de rebuscado ni de elegante, pero llegaban hasta el fondo del corazón de los pecadores y conseguían grandes conversiones, la razón eran sus rezos y súplicas antes de cada predicación”.
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Durante todo su recorrido se distinguió por su entrega a los más necesitados y una convicción austera de vida con la cual colmó corazones y obró en bien del prójimo, un accionar que lo hizo merecedor de llamarse “Taumaturgo del nuevo mundo».
“Siempre austero, paciente, humilde y perfecto en la observancia de la Regla, continuó sus estudios de filosofía y teología en el convento de Santa María de Loreto, cerca de Sevilla, viviendo en un miserable armario junto al coro. Celebró su primera misa el 4 de octubre de 1576. En 1581 fue nombrado maestro de novicios en el convento de Arruzafa en Córdoba, cargo que también desempeñó en el de Sierra Morena, al que fue trasladado hacia el 1583 y donde entonces ejerció también el oficio de Guardián y predicador”.
En cada sitio en el que estuvo presente era reconocido por su santidad. Durante el brote de peste bubónica fue un voluntario y se destacó en atenciones. Años después se convertiría en un predicador reconocido y un servidor de enfermos y presos, acción que elevó más la convicción de entrega en nombre de Dios para el bien de los demás.
“En 1595 fue llamado por obediencia a Perú y en el 1602 fue a Trujillo. De regreso a Lima y nombrado de nuevo Guardián, el 20 de diciembre de 1604 recorrió las calles y plazas de la ciudad con el crucifijo en la mano, suscitando un profundo estado de emoción en todos, incluido el virrey (…) murió santamente el 14 de julio de 1610”.
Su beatificación ser realizó el 25 de enero de 1675 por Clemente X y fue canonizado por Benedicto XIII el 27 de diciembre de 1726.
Oración
Mi buen Jesús, mi Redentor y amigo
¿Qué tengo yo que tú no me hayas dado?
¿Qué se yo qué tú no me hayas enseñado?
¿Qué valgo yo si no estoy contigo?
¿Qué puedo yo si tú no estás conmigo?
Señor, mi Dios, sin vanidad me hiciste,
sin que te lo pidiera me creaste;
en crearme y redimirme mucho hiciste,
y menos obraras de lo que obraste
en perdonar la obra que tú hiciste.
Pon tus ojos, Señor, en mí,
y ten misericordia de mí,
porque yo soy solo y pobre.
Amén
Carlos A. Ramírez B.