Cada seis de de diciembre, la Iglesia celebra a San Nicolás de Bari, conocido también como “San Nicolás de Mira” o simplemente “San Nicolás”, obispo del siglo IV, considerado patrono de los niños, los marineros y los viajeros.
A su patronazgo sobre la niñez, hay que sumarle -por razones históricas y culturales- ser patrono de países como Rusia, Grecia y Turquía.
Lo primero que hay que señalar sobre este querido santo -más de dos mil templos llevan su nombre alrededor del mundo- es que fue un personaje histórico, real. No obstante, su vida ha quedado, para bien o para mal, envuelta en cierto manto de leyenda.
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San Nicolás de Bari ha servido de inspiración para la popular figura de Papá Noel, Santa Claus o San Nicolás, personaje legendario que lleva regalos a los niños la noche de Navidad.
Dicha inspiración radica probablemente en el conocido desprendimiento del santo -eso de hacer regalos- y su preocupación por el bienestar de los más frágiles, entre los que están los niños de ayer y de hoy. Esas actitudes y que su fiesta se celebre en Adviento parece que hicieron el resto del trabajo.
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San Nicolás solía animar o invitar a la generosidad; acostumbraba decir estas bellas palabras: “Sería un pecado no repartir mucho, siendo que Dios nos da tanto”.