Las dos mártires cristianas Santa Perpetua y Santa Felicidad son el ejemplo vívido de la entrega a sus creencias, su historia, además de conmovedora es la muestra de la valentía que los seres humanos podemos ejercer con convicción y llenos del espíritu que solo Dios puede brindar.
“Perpetua era una joven madre, de 22 años, que tenía un niñito de pocos meses. Pertenecía a una familia rica y muy estimada por toda la población. Mientras estaba en prisión, por petición de sus compañeros mártires, fue escribiendo el diario de todo lo que le iba sucediendo (…) Felicidad era una esclava de Perpetua. Era también muy joven y en la prisión dio a luz una niña, que después los cristianos se encargaron de criar muy bien”.
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Santa Perpetua fue arrestada en el año 203, por el emperador Septimio Severo, en el marco de un accionar violento que persiguió a todos quienes proferían su fe cristiana. Durante su cautiverio fue amenazada y torturada, sin embargo, se mantuvo siempre altiva y se negó a adorar a los dioses paganos, esta postura la condenó a muerte. Santa Felicidad la sirvienta de Perpetua y también fue arrestada junto a ella.
“Las acompañaron en su martirio unos esclavos que fueron apresados junto a ellas, y su catequista, el diácono Sáturo, que las había instruido en la religión y las había preparado para el bautismo. A Sáturo no lo habían apresado, pero él se presentó voluntariamente”.
La santa comenzó a escribir un diario en medio del cautiverio para dejar registro de cada suceso padecido, además de ser apresada durante una reunión en su casa, fue llevada a los calabozos sin su hijo lo cual le generaba mayor suplicio.
Dice Perpetua en su diario: «Nos echaron a la cárcel y yo quedé consternada porque nunca había estado en un sitio tan oscuro. El calor era insoportable y estábamos demasiadas personas en un subterráneo muy estrecho. Me parecía morir de calor y de asfixia y sufría por no poder tener junto a mí al niño que era tan de pocos meses y que me necesitaba mucho. Yo lo que más le pedía a Dios era que nos concediera un gran valor para ser capaces de sufrir y luchar por nuestra santa religión».
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Estos escritos conformaron un libro llamado la pasión de Perpetua y Felicidad, el cual fue posteriormente culminado por Tertuliano quien describió cómo las dos mujeres antes de ser decapitadas fueron heridas por una vaca brava que las corneó de manera cruel.
“A Felicidad le cortaron la cabeza de un machetazo, pero el verdugo que tenía que matar a Perpetua estaba muy nervioso y equivocó el golpe. Ella dio un grito de dolor, pero extendió bien su cabeza sobre el cepo y le indicó al verdugo con la mano, el sitio preciso de su cuello donde debía darle el machetazo. Así esta mujer valerosa hasta el último momento demostró que si moría mártir era por su propia voluntad y con toda generosidad”.
Oración
¡Perpetua! ¡Felicidad! Nombres gloriosos y proféticos,
que vienen como dos estrellas brillantes de marzo,
saliendo sobre nosotros sus rayos de luz y vida.
Movidas por tu amor,
vencieron los tormentos y la muerte
y superaron la furia del perseguidor,
concédenos, por su intercesión,
crecer siempre en ese mismo amor divino.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que contigo y el Espíritu Santo vive y reina en unidad,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén.
Carlos Ramírez