El Sínodo Especial para la Amazonía, ha terminado. En él, hubo fases muy importantes que dieron forma a todo el proceso. En primer lugar, están las Congregaciones Generales donde hubo una escucha atenta a las iniciativas de cada Padre Sinodal, Auditores o Expertos. Fue una rica experiencia de conocimiento y de apertura en saber realmente qué es la Amazonía y qué se juega la Iglesia en ese territorio. Nunca se perdió el objetivo: buscar nuevas formas para evangelizar.
En segundo lugar, culminadas las intervenciones, se continuó con el espacio para presentar propuestas en los círculos menores lingüísticos (12 en total), también fue una experiencia de sinodalidad. En los círculos menores, se fueron alineando los diversos puntos hacia el documento final. Hubo libertad de espíritu para proponer lo que se creía que podría animar las nuevas formas de evangelización; temas como la formación laical y hacia el sacerdocio, nuevas estructuras en los seminarios para vocaciones indígenas; la presencia de la vida consagrada; el papel fundamental de la mujer en la Amazonía; los “viri probati”; el diaconado de la mujer; la actualidad de los vicariatos apostólicos; fortalecer la teología indígena; crear un observatorio de DDHH en la Amazonía; nueva ministerialidad; la conversión hacia la ecología integral, entre otros aspectos, fueron tratados en los círculos menores, para expresar la realidad de cada uno de ellos y brindar propuestas que respondan a lo que necesita la Iglesia en la Amazonía.
Por último, también es destacable la presentación del documento final, para que en los círculos menores se pudiesen redactar los modos y perfeccionarlo, estudiando personalmente y por países el documento, para someterlo a la votación de los Padres Sinodales.
Todo este proceso fue además acompañado, desde el exterior, por personas sensatas que vislumbraron grandes posibilidades de renovación de la Iglesia a través de nuevas formas para evangelizar, aunque también hubo quienes se dieron a la tarea de bombardear el Sínodo con visiones que no estaban en el espíritu del mismo. Sin embargo, lo cierto es que el Espíritu habló e iluminó, y fue un ejercicio de colegialidad y de navegar por nuevos rumbos; tantas veces en contracorriente, pero siempre confiados en la novedad que El Señor resucitado impulsa ante nuevas realidades culturales.
La experiencia testimonial de los misioneros que durante décadas han servido en la Amazonía, es una garantía de eclesialidad, no tanto dogmática, sino cristiana, que hace posible la fe en Jesucristo. Pisar la madre tierra, convivir con los pueblos indígenas, sentirse uno de ellos, compartir sus culturas y la dignidad de sus vidas, son garantías para que las conclusiones sinodales sean creíbles y aplicables. Pero y ¿ahora? ¿Qué sigue?
Al respecto, se nombró una Comisión post-sinodal para dar seguimiento a lo pautado. En representación de Venezuela, Mons. Jhonny Reyes, Vicario Apostólico de Puerto Ayacucho, participará en esta comisión, junto a otros miembros provenientes de los demás países que conforman la región Panamazónica. A los demás obispos asistentes al Sínodo, nos toca animar a las Conferencias Episcopales para que asuman lo propuesto, y hagan suyo, estructuralmente, lo aprobado en la sala sinodal.
En espera de la Exhortación Postsinodal, el llamado Post-sínodo de la Amazonía ha iniciado.
+José Luis Azuaje Ayala
Arzobispo de Maracaibo.
Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana
y Cáritas de América Latina y el Caribe.