La ausencia de las emociones no ayuda a un desarrollo integral del ser humano, es decir humana y espiritualmente la persona humana no crece. La vida afectiva necesita de las emociones, solo debemos saberlas encauzar y gestionar. Por ello, la educación de los afectos nos ayuda a decidir con sinceridad y profundidad.
Una vez escuché que cuanto más se niega una realidad, un recuerdo, un afecto, una herida, adquiere más poder en nuestra vida, agudizando cada vez más nuestro problema. Freud habla que la negación es una defensa primitiva del hombre, tal vez lo protege, pero lo empobrece interior y exteriormente.
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Cuando se niega un deseo o una emoción, estas no desaparecen, sino que encuentran otras formas más sutiles de manifestarse. Nadie puede escapar de su vida afectiva. Los sentimientos y las emociones son una valiosa ayuda a la facultad racional, el cerebro no es un ordenador sino un organismo vivo afectivo, que actúa desde la acción de recordar, teniendo claro su significado etimológico que es “tener en el corazón”.
En este sentido, todo lo que tengamos en el corazón y sea bien educado y gestionado servirá de gran ayuda para nuestro crecimiento como personas humanas, ciudadanos y cristianos.
También es cierto que los sentimientos y las emociones pueden convertirse en un obstáculo en la vida, agigantando menudencias o bloqueando la capacidad de tomar decisiones, pero es necesario tener claro que aquellas emociones y sentimientos pueden llegar a ser útiles, siendo educadas para saberlas gestionar en nuestra cotidianidad.
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Por ello, es bueno recordar que los sentimientos no se colocan siempre en relación con algo. Sin ellos, nuestro conocer y decidir serían insípidos. Son nuestros temores, esperanzas y desesperación, nuestras alegrías y penas, nuestro entusiasmo e indignación, nuestra estima y desprecio, nuestra confianza y desconfianza, nuestro amor y odio, nuestra ternura e ira, nuestra admiración, veneración y reverencia, nuestro miedo y terror; es allí donde puede derivar nuestro dinamismo, dentro de un mundo mediado por el significado. Nosotros alimentamos estos sentimientos desde las propias experiencias, situaciones y eventos vividos.
Por tanto, las emociones y los sentimientos ayudan a la racionalidad a poder decidir el futuro personal y social. No es válido tratar de eliminar los sentimientos y emociones, ya que con ello no se resuelven los conflictos propios de un vivir que busca ser coherente con los valores elegidos. Pidamos siempre la gracia para poder discernir, educar, gestionar y vivir los dones que Dios nos ha otorgado en nuestra área volitiva: los sentimientos y las emociones.
Pbro. Jhonny Zambrano