Aunque su deseo más íntimo fue dedicar su vida a Dios, en su fructífero peregrinar, la Madre Félix comprendió que esa dedicación se hacía objetiva en el prójimo, de esta manera, también cumplía con la profundidad de la vocación que nos propuso Jesús: amar al prójimo como a nosotros mismos.
En las palabras de los discípulos podemos suponer que no sólo se trataba de una simple invitación a entrar en la casa, sino a entrar en su vida, en su corazón que, como sabemos, es la intimidad misma de todo hombre.
Esta serié de artículos que vengo proponiendo buscan presentar un tentativo de formación de clase dirigente popular, conformada por ciudadanos con capacidades para intervenir y participar en la vida pública con una vocación cristiana y democrática, iluminada por la categoría discípulo misionero que nos propone Aparecida.
Este artículo es continuación del anterior, por ello explicaré la secuencia de las características que ayudan a formar un discípulo misionero para la acción política.