Un criterio que pienso es muy importante y que el Papa Francisco lo presentó en Evangelii Guadium, es que el todo es mayor a las partes. Es necesario tener una mirada integradora desde el conjunto frente a los fragmentos. Siempre que debemos repensar nuestra acción pastoral y eclesial, es necesario ver las coincidencias principales y líneas innovadoras para apostar por lo que Dios quiere aquí y ahora en un lugar determinado.
Impulsar el discipulado misionero de todo el pueblo de Dios para comunicar vida en Cristo necesita desde una pastoral urbana, un ejercicio de entender la lógica de conjunto de una propuesta teológico-pastoral en la Iglesia Local. Para conseguirlo hay dos vías. La primera es una vía rápida, aquella que trabaja en partes, es decir, cada secretariado, cada movimiento, cada CEB, cada parroquia, organizada pero con integración. La segunda es la vía profunda, aquella que trabaja desde un plan pastoral, es decir, desde una pastoral de conjunto, con el criterio de la diversidad en la unidad.
Dentro de esta vía profunda ubico la necesidad de repensar la pastoral urbana. Lo primero, es la necesidad de un despertar misionero, ciertamente tenemos acciones pastorales de misión, pero debemos continuar en un estado permanente, para lograr un itinerario de conversión pastoral en los movimientos de apostolado, las CEB, las parroquias y todos los protagonistas de estos espacios: laicos y pastores. ¿Cómo mantener esta permanencia en la misión desde una conversión pastoral?
Para que una Iglesia local esté en estado permanente de misión, implica que el conjunto del pueblo de Dios debe estar en un movimiento espiritual y pastoral misionero. Es necesario llevar la nave a mar adentro, con el soplo del Espíritu Santo, aún en medio de las tormentas, con la seguridad que la providencia divina nos llenará de asombro frente a su obra, ya que hace la misión y sus efectos son del Señor y no solo de nuestro trabajo pastoral.
Esta movilidad desde la misión, va de acuerdo a la esencia de una Iglesia peregrina, y que muy bien la vemos manifestada en muchas expresiones de nuestra religiosidad popular. Que se abre a un proceso de renovación, donde es necesario mirar hacia adelante con criterios actuales, sin añorar cosas del pasado que ya no responden a las necesidades presentes, esto logrará que el proceso de evangelización desde una pastoral urbana produzca verdadera conversión en quienes reciban a Jesucristo salvador y liberador.
Por tanto, la pastoral urbana concreta este proceso de misión desde algunas categorías: la movilización, ir del centro a la periferia; pasar de lo estático a lo móvil como Iglesia en salida; encontrarse, escuchar y discernir como signo de sinodalidad; el paso de una pastoral de conservación a una pastoral decididamente misionera encarnada en las necesidades de cada familia. El único programa a seguir es el Evangelio, encarnándose en cada comunidad, zona, edificios, urbanizaciones y sectores populares.
Este movimiento permanente requiere de procesos pensados, discernidos y planificados en espacios propios con necesidades donde deben encarnarse, más no adaptarse violentando los procesos, ritmos y formas de vida de los hermanos.
La misión es movilizadora y encarnada actualizando desde una auténtica conversión pastoral centrada en Jesucristo, que ve en la Iglesia, su madre y maestra el vínculo de Unidad que orienta a través de sus pastores los pasos a seguir, desde la obediencia y la pertenencia a un solo cuerpo.