EDITORIAL
Hay jubilo en el corazón del venezolano, nuestra fe ha si recompensada con el anuncio de la aprobación de la Beatificación del Dr. José Gregorio Hernández. Luego de muchos años de devoción profunda hacia la vida ejemplar del “medico de los pobres”, la Iglesia en su debido proceso reconoce las virtudes que elevan a los altares al primer laico venezolano.
Acontecimiento que sucede cuando Venezuela sufre la más grave enfermedad de corrupción e inmoralidad en sus instituciones políticas, pobreza y denigración a la dignidad de su pueblo. Necesitamos un médico que recete el remedio para sanar las heridas profundamente marcadas en nuestra sociedad.
En medio de la tragedia de la pandemia, Dios nos pide admirar el testimonio de un hombre que valoró su vocación a la santidad, entregó su vida al servicio de Dios mediante la caridad a los pobres y enfermos, donando su servicio profesional como una ofrenda al Señor.
No podemos perder esta cita con el “medio de los pobres”, pues nos llevará al encuentro con Cristo quien tiene el poder para sanar. Esa es la medicina que necesitamos, regresar a Dios. Que su divina misericordia sane las heridas, y erradique las enfermedades corporales, morales y espirituales de Venezuela.
“Dejémonos estimular por los signos de santidad que el Señor nos presenta a través de los más humildes miembros de ese pueblo”, dice el Papa Francisco en su Exhortación Gaudete et Exustate (8) invitándonos a dejándonos contagiar con la autenticidad de “los santos de la puerta de al lado”, que como José Gregorio Hernández paisano de la región andina nos motica a comprometernos con la vocación a la santidad.
Vivimos en una nación empobrecida moral y espiritualmente, pero tenemos un “médico de los pobres” que con podrá indicar que la medicina está en la fe en Dios, en vivir la gracia su misericordia transformada en caridad y esperanza con el prójimo.
Pbro. Johan Pacheco
johanpaco@gmail.com