A finales del siglo XIX la Iglesia de Venezuela atravesaba momentos difíciles por la escasez de religiosos, y dificultades que prevalecían luego de la guerra de independencia. Este panorama se agravó por las diferencias entre el presidente, Antonio Guzmán Blanco y el arzobispo de Caracas Silvestre Guevara y Lira.
La negativa del prelado a dispensar a un ministro de Guzmán Blanco los recaudos para contraer matrimonio con su hijastra, desencadenó el destierro del arzobispo y apresuró el cierre de seminarios, la expulsión de religiosos, entre otros intentos de limitar a la Iglesia.
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En este trance, el entonces presbítero Juan Bautista Castro, quien desde su formación sacerdotal se caracterizó por su devoción a la Eucaristía, propuso la idea de consagrar al país como República del Santísimo Sacramento del Altar, con la esperanza de acrecentar la fe tanto en los creyentes como en el propio clero.
El presbítero elevó la propuesta a las autoridades eclesiásticas a través de una junta nacional que se constituyó para este objetivo, logrando su aceptación. Fue así como se programaron y cumplieron los actos preparativos que tuvieron su culmen el dos de julio de 1899, cuando en la Catedral de Caracas, Monseñor Críspulo Uzcátegui presidió el acto solemne en el cual Venezuela fue consagrada perpetuamente al Santísimo Sacramento del Altar.
Significado
Así refiere la historia el gesto que el presbítero José Lucio León, párroco de la Iglesia Sagrario Catedral y director de Diario Católico valora como un acto de amor a Dios “consagrar es hacer algo parte de lo sagrado, propio de las cosas de Dios y es de hecho el significado primordial, que Venezuela a través de esa oración de consagración fue dedicada a Nuestro Señor Jesucristo”.
Con ocasión del aniversario 124 de la consagración, el sacerdote expresó que este gesto resalta la importancia de Venezuela como un país devoto, católico, pues señaló que desde el inicio de la evangelización, en nuestra tierra se enseñó y cultivó la fe en la presencia de Jesús en la hostia consagrada “eso es fundamental, porque es reconocer que el Señor está presente allí verdaderamente en su cuerpo, sangre, alma y divinidad”.
Por lo tanto, es una devoción que se refleja en la participación de los fieles en la solemnidad de Corpus Christi, en horas santas, en los congresos y asambleas eucarísticas. También es significativa la creación y perseverancia de las congregaciones religiosas y movimientos de apostolado que asumen como carisma la adoración a Jesús Eucaristía.
También la fe de los creyentes se refleja en las tradiciones y las manifestaciones religiosas, como por ejemplo la de los Diablos Danzantes, donde se expresa la convicción sobre la divinidad y el triunfo de Dios sobre el pecado y la muerte, adorándole en la Eucaristía.
Renovación
En el año 2011, en el marco de la celebración del IV Encuentro Eucarístico Nacional, la Conferencia Episcopal Venezolana renovó el acto de consagración y posteriormente en 2021, con motivo del bicentenario de la Batalla de Carabobo, convocó un repique de campanas en todos los templos y una “acción de gracias al único Dios de la vida y del amor por su presencia amorosa en Venezuela”.
Al recordar cada año esta importante fecha, el episcopado recuerda que “esta devoción al Santísimo Sacramento, calaría profundamente en las vidas de insignes venezolanos que transitan hoy el camino hacia los altares, y quienes destacan por su profundo amor a la Eucaristía, tales como las Beatas María de San José, Candelaria de San José, Carmen Rendiles y el Beato José Gregorio Hernández”.
Invitación
Siendo Venezuela la única nación del mundo que se ha consagrado al Santísimo Sacramento del Altar, es propicio interrogarse sobre ¿qué hacer para vivir esa consagración? El padre Lucio León manifiesta que estamos invitados a ofrecer nuestra vida y entregar nuestra confianza al amor de Dios.
Comenta que, a semejanza de lo que ocurrió en 1899 cuando transcurrían tiempos duros, de persecuciones, divisiones, peligros y en medio de ello se procuró y se logró la consagración, “así también hoy nosotros sufrimos por tantas circunstancias adversas que debemos sortear en nuestro día a día, y a veces porque en nuestros corazones no queremos escuchar la voz de Dios”.
Ante esto, los cristianos tenemos la posibilidad de buscar al Padre y esto lo podemos alcanzar acercándonos a los sacramentos, en especial a la Eucaristía, y así en la devoción a Jesús Sacramentado “que seamos amantes de la Eucaristía y en eso tenemos el ejemplo de nuestros santos, de tantas personas buenas que hemos conocido, sacerdotes, obispos, laicos, siervos de Dios que nos ayudan con su ejemplo a que podamos consagrar siempre nuestra vida al amor de Dios”.
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El presbítero expresó que este dos de julio en la celebración del aniversario de la consagración “tendremos nuevamente la oportunidad de reafirmar nuestra fe, de considerar una vez más que somos de Jesús sacramentado y que Él camina siempre con nosotros”.
De manera que, ese privilegio de amor y de estar dedicados al que todo lo puede se debe reflejar en obras de compasión y de fraternidad con los hermanos, en especial con los más cercanos, con la familia, los vecinos, a través del respeto, el acompañamiento, el perdón y la reconciliación.
Oración de consagración
Soberano Señor del Universo y Redentor del mundo, clementísimo Jesús, que por un prodigio inenarrable de Tu Caridad Te has quedado con nosotros en este Sacramento hasta el fin de los siglos; aquí venimos a Tus Pies a proclamarte solemnemente y a la faz del Cielo y de la Tierra, nuestro único Rey y dominador Santísimo.
A quien Consagramos todos nuestros afectos y servicios y a quien ponemos todas nuestras esperanzas. Tú eres nuestro Dios, y no tendremos otro alguno delante de Ti, en Tus Manos ponemos nuestra suerte y con ella los destinos de nuestra Patria. Mucho Te hemos ofendido y como el hijo pródigo hemos disipado en los desórdenes Tu herencia, perdónanos que ya volvemos con espíritu contrito a Tu Casa y a Tus Brazos.
Recíbenos, Salvador nuestro, y concédenos que venga a nosotros Tu Reino Eucarístico. Levanta bien alto Tu Trono en nuestra República, a fin de que en ella Te veas glorificado por singular manera y sea honra nuestra, de distinción inapreciable, el llamarnos la República de Venezuela del Santísimo Sacramento del Altar.
Te entregamos cuanto somos y cuanto tenemos, cubre nuestra ofrenda con Tu Mirada paternal y hazla aceptable y valiosa en Tu Divina Presencia. Otra vez Te pedimos nos recibas, que no nos deseches, y que este acto de nuestro amor y de nuestra gratitud sea repetido, cada vez con mayor fervor, de generación en generación, mientras Venezuela exista, para que jamás la apartes de Tu Sagrado Corazón. Que así sea para nuestra vida del tiempo y después. Por los siglos de los siglos. Amén.
Ana Leticia Zambrano